lunes, 24 de marzo de 2014

De fumar

(escrito el 7 de julio de 2007)

Me tomo un receso en mis labores (ni tantas, ni tan importantes), del fin de semana para comentar, brevemente, algunos cambios que he notado en mi entorno con respecto a ese hábito tan placentero, pero dañino, que es fumar.
Sucede que, luego de mucho tiempo sin fumar (¡qué inexactitud decir “mucho tiempo”! porque cualquiera que haya dejado de fumar sabe que el tiempo se valora de un modo distinto cuando se acaba de cortar el vicio, pero lo dejo así),  luego de mucho tiempo sin fumar decidí “echarme un cigarro”, una tarde en la que me tocó esperar un firma en la universidad.  Sabía que la espera era larga y eso de fumar me podría hacer sentir más corta la espera. 
Recordé esa tarde que al entrar a “la U” fumaba.  En esos días me gustaba bastante el tabaco con nicotina y mentol y encontré en las aulas varias personas más, que también pertenecían a la comunidad fumadora.  Noté mientras estudié mi carrera diversas campañas y acciones en contra del cancerígeno hábito: la prohibición legal de fumar en ciertos lugares públicos y en los edificios del estado; la consecuente prohibición del Consejo Superior Universitario de fumar en la U y la calamitosa (para quienes fumábamos entonces) prohibición de vender cigarros en la U.  Además se prohibió a nivel nacional la venta de cigarrillos sueltos, la cual continuó, sólo que hay que saber dónde (siempre hay un lugar de confianza, una tienda de barrio o un chiclero que los vende).  Recordé que antes se podían comparar cajetillas de diez unidades, ahora tampoco se encuentran por decena, hay que comprar la de veinte o ir a esos lugares de confianza.
Yo seguía esperando la firma, me dieron más ganas de fumar y decidí que si encontraba alguna persona conocida fumando le pediría un cigarrito.  Empecé a fijarme entonces en aquellos lugares donde solía fumar, no encontré a nadie fumando, ni personas conocidas ni desconocidas.  Pensé entonces que las medidas tomadas por las autoridades han tenido algún éxito en su afán por mejorar la salud de la población.  Claro, en la U se sigue fumando, los sitios de confianza venden sueltos, la comunidad fumadora sigue siendo tan unida que aunque no me conocieran, pensé, me regalarían un cigarrillo.  Decidí, entonces, poner a prueba ese principio de quienes fuman que alguna vez aprendí y practiqué: “un cigarro no se niega” (a menos que sea el último, ese siempre se respeta).
La espera me llenó de impaciencia y casi por matar el tiempo y algunas neuronas quise ir a buscar a otros lugares alguien que me compartiera el vicio.  Busqué por varios lados, siempre pendiente por si aparecía por allí la persona a quien esperaba para pedirle su firma.  Fui pues a buscar en esos lugares en que solía encontrar a alguien fumando, pasé por la cafetería y se me antojó, además del cigarro, un buen café. ¡Qué rico! Pensé, sólo podía ser mejor si encontraba con quien platicar, y curiosamente pensé que el mejor tema sería quejarme de la burocracia y de la larga espera que me provocó la ansiedad, esa que esperaba quitarme fumando.  Me di cuenta que el cigarrito era más ansiógeno que la espera en sí.
Pensé entonces en los momentos en que fumaba: cuando me tocaba esperar, antes o después de un examen (más bien, antes y después), después de comer mucho, al tomarme un rico café (mejor si era al tomarme un rico café después de comer mucho), claro, en las noches bohemias, en las fiestas de fin de año (y en las de fin de semana), en las noches de luna llena (viendo la luna) y las noches si luna (viendo las estrellas).  La lista es larga, pero hallé dos factores comunes: en las situaciones de ansiedad y en las de placer. Claro que en las de ansiedad y placer era más de un cigarro…

Al final, encontré a quien debía firmar antes que alguien que me regalara un cigarro.  Pero, luego de tanta espera y de estar pensando tanto en el cigarro no quería quedarme con las ganas.  Finalmente encontré en la cafetería (en la segunda vuelta por el lugar) alguien con quien quejarme de la burocracia, tomarme un café (no muy rico) y disfrutar con todas mis ganas de un cigarro.

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