sábado, 16 de diciembre de 2017

En su 38 aniversario

No se sientan mal, no lo hicieron mal… no al menos lo mal que la sociedad les dirá.

A ella le dieron libertad para ser quien quiere y para saber querer hacer.
Le dieron alas en las letras desperdigadas por el nido, sopló bajo ellas el viento de sus confianzas
A ella la dejaron ver. La dejaron ver la mierda y ver las nubes, ver las flores y ver las grietas en la tierra árida de este lugar, a veces maldito, casi siempre maldito.

A ella no le robaron su cuerpo, ella lo sabe suyo. Suyo para gozarlo, suyo para decorarlo, para dejar de hacerle el daño que alguna vez le pudo hacer, suyo para compartirlo sin regalarlo. Suyo para la ternura y para el placer y para el dolor.

A ella no le pidieron ceder su voz, se la escucharon, por cortesías en más de una ocasión probablemente, con risillas de ternura seguramente, con una que otra respuesta ante la insolencia terriblemente.

No lo hicieron todo mal. Tampoco lo hicieron todo bien.

Cuando les culpen, porque lo harán. Cuando les culpen de su libertad, ella maldecirá a quienes lo hacen. Esa mierda entre las grietas, esos juecesjurado que condenan la valentía, esa iglesia, esa familia…
Cuando les culpen porque ella no necesita ganar el jucio, cuando les culpen porque es tan feliz estando sola como con uno, como con tres; como con ellos como con ellas también. Cuando les culpen porque no ama bien. Porque ama de más o ama de menos, porque no quiere ser madre santa, porque no quiere y no le duele no querer.
Porque no quiere vestido blanco, quiere la fiesta y no el ritual.
“Les faltó amarla, les faltó pegarle (Es que para la mierda ese es amor)
Son las carencias, su rebeldía, quiere vengarse de ustedes dos. Les faltó tiempo, les falto plata. Les faltó charla, les faltó Dios. Ahora ya ven ¡Son las consecuencias! Una vergüenza pa´l corazón.”
¡No les escuchen! ¡No les atiendan! ¡No hagan caso a su sin-razón!


Ella agradece la libertad que la hizo libre; el amor que la hizo amar. Ella agradece que le confiaran pues ella ahora sabe confiar. Ella les ama como la amaron y como sabe que la amarán.  No les escuchen, dicen mentiras. Dicen y dicen sin saber qué…

jueves, 14 de diciembre de 2017

Una hoja, una pluma y una planta

Si viera mi vida en gris
¿qué sería del anarajando de los atardeceres?
¿qué sería del sol radiante de verano tocando mi piel?
¿qué sería de la piel que entre negros se muere?

Si sintiera mi vida en gris
Me perdería de la sonrisa de mi madre
De los abrazos de mi padre
De tus ojos turquesa acariciándome con una mirada

¿Qué sería de las flores y sus colores primaverales?
¿Qué sería de la primavera y sus matices?
¿Qué sería de mi vida si siempre fuera invierno
Y hubiera frío
Y todo fuera gris?

Hoy al caminar
Encontré
Adentro y afuera
Afuera y adentro
Una hoja de otoño
Una pluma de libertad
Una planta verde vida

Encontré unos ojos vivos y despiertos
Encontré mi piel viva
sin miedo de que la noche llegara
Encontré mi corazón latiendo, latiendo fuerte
Diciendo: “¡Aquí estoy y estoy viva!”

Y ya nada importa más
La quietud
Los sueños
Las ganas
Yo a través del tiempo

Volando sobre los pies andantes
En tierra húmeda del llanto
La gratitud de ser yo y nadie más

Hoy fue ese instante
En el que todo es
En el que todo vale

En el que soy y estoy

miércoles, 11 de octubre de 2017

MARX Y LA LUCHA DE CLASES: UNA REALIDAD EN GUATEMALA (Jennifer Marroquín)

En esta entrada publicamos el ensayo de Jennifer Marroquín, que elaboró para el curso de Sociología, de la Escuela de Ciencias Psicológicas:

MARX Y LA LUCHA DE CLASES: UNA REALIDAD EN GUATEMALA
Por: Jennifer Marroquín

“La historia de cualquier sociedad hasta nuestros días no ha sido más que la historia de las luchas de clases” Marx, Engels (1848) Manifiesto del Partido Comunista.

La teoría sociológica de Karl Marx, nacida en Alemania, se basó en el conflicto existente entre la sociedad, este conflicto es fruto de múltiples contradicciones de las cuales las más importantes son el conflicto por los medios de producción trayendo éste el conflicto entre las clases sociales. Entre aquellos que poseen los medios de producción en contraposición con quienes no poseen nada más que su fuerza de trabajo. Esta teoría, junto a las planteadas por Comte, Durkheim y Weber, forma parte de las cuatro teorías sociológicas clásicas, sin embargo presenta una clara diferencia en comparación con las otras tres al basar sus supuestos en el conflicto social mientras que las demás se fundamentan en la importancia del pacto social y del consenso.
El por qué en estas líneas me ocupo de la teoría marxista es debido a que, a mi parecer, en el contexto guatemalteco la lucha entre clases sociales es y ha sido cruda, cruel y no parece darnos tregua. Aquellos que quieren adueñarse de todo en contraposición a aquellos que han sido despojados de todo, aquellos que nos vemos obligados a vender nuestro trabajo a cambio de un sueldo que nos permita, con suerte, obtener lo necesario para satisfacer nuestras necesidades básicas de alimentación y vivienda. Ya lo plantea SERJUS (2009) en una de sus publicaciones “a partir de la invasión española la historia de Guatemala ha sido una historia de despojos”. Vemos pues que esta lucha de clases planteada por Marx no es ni mucho menos ajena a nuestras vidas, basta con pensarlo un momento, con reflexionar acerca de quiénes mueven los intereses de esta nación, de las manos y mentes que controlan nuestro rumbo teniendo como bandera la búsqueda del progreso y del desarrollo, para darnos cuenta que nos encontramos en el lado menos favorecido de la lucha de clases.
No intento pues afirmar que la teoría de Marx es superior a las otras tres, ni discutir sobre cuál de las cuatro teorías está mejor fundamentada, así como tampoco pretendo ensalzar el comunismo propuesto por Marx como la solución para todos los problemas sociales. Más bien busco dar explicación de nuestra realidad nacional, haciendo uso de la teoría marxista y más específicamente de la lucha de clases propuesta por el autor, pues a mi criterio, es interesante cómo sigue vigente en la sociedad guatemalteca.
*
Uno de los hechos que ha llamado mi atención desde el inicio es lo intemporal de los conceptos planteados por Marx durante el siglo XIX, ya que en pleno siglo XXI siguen siendo válidos y siguen cobrando sentido en nuestra realidad. Su teoría, planteada en el siglo donde se produjo la industrialización, hizo en ese entonces muy evidente la lucha entre clases, apoyadas en el sistema capitalista. Estas clases en conflicto son la burguesía, dueños de los medios de producción; y la clase obrera o proletariado, cuya única posesión es su fuerza de trabajo. Estanislao Zuleta (1987) lo explica de la siguiente manera: “Entre las dos clases que él (Marx) pensaba en el esquema inicial
del El Capital hay un tipo de cambio diferente; el uno tiene un cambio circular (clase obrera) y el otro tiene un cambio acumulativo (la clase capitalista)”.
Esto significa que mientras la burguesía acumula riquezas y bienes, el proletariado estará atado a reproducir el círculo vicioso de vender su fuerza de trabajo a cambio de un sueldo, dicho sueldo no le permitirá nunca salir del sistema de explotación porque está precisamente diseñado para seguir replicándose. Pese a todo esto y a la época en que se desarrolló la teoría de Marx, la lucha entre clases no es tema que surgiera con la industrialización, quizá se hizo más evidente, sí, pero la lucha entre la clase poderosa y la clase desposeída viene de mucho tiempo atrás y en nuestro país ha sido evidente desde el momento mismo en que se produjo la invasión y conquista española. De esta forma quedaron instauradas dos clases sociales, la de los conquistadores, españoles que despojaron a los nativos de sus territorios, sus costumbres, sus posesiones y sus creencias; contra los indígenas, originarios y dueños legítimos de esta tierra, desposeídos, sometidos a la esclavitud y al trabajo forzado, despojados tanto de sus posesiones materiales como de su espiritualidad y sus creencias. Es decir, la lucha entre estas dos clases no es algo que ocurra ahora en nuestros días, sino que es algo que viene reproduciéndose año tras año, evolucionando solamente pero sin perder su esencia. De nuevo Zuleta (1987) al hablar sobre la obra de Marx, El Capital, hace la siguiente anotación: “Es muy interesante ver que todas las fórmulas de El Capital al comienzo difícilmente se pueden entender si no se tiene en cuenta que no se trata de dos épocas, como a veces él dice, y sobre todo Engels, sino de la misma época; pero dos clases cambian en forma diferente. La una se reproduce y la otra acumula capital, es decir, poder”.
En Guatemala aquellos que ostentaron el poder desde la conquista lo han mantenido, ha cambiado de manos, de nombres o de circunstancias, ha evolucionado tal como lo plantea Marx, pero nunca ha dejado de pertenecerles. Inclusive la independencia de España lograda en 1821 no fue una independencia en favor de todo el pueblo guatemalteco sino en beneficio de la creciente clase criolla, poder que luego paso a los ladinos en ascenso con el surgimiento de las grandes fincas cafetaleras. A lo largo de toda esta historia se puede ver con claridad que los que menos poseen han seguido en el mismo nivel o incluso han sido despojados de más. Sería una mentira el decir que somos ajenos a esta realidad, a menos que hayamos nacido en alguna de estas familias poderosas. Caso contrario, desde niños hemos visto como nuestro ideal es llegar a poseer, llegar al estatus de esa clase social que vive sin complicaciones, que no pasa escasez económica y que posee muchos recursos a su favor y en todos lados se nos vende la idea que “ más bienes materiales significan más felicidad”. Sin embargo esto únicamente nos lleva a seguir replicando el sistema, alguno podrán mejorar su nivel económico y otros tantos seguiremos trabajando, vendiendo nuestra fuerza de trabajo, buscando algún día llegar a otra clase económica, a un mejor nivel de vida. Común es oír entre los niños y jóvenes que se estudia “para ser alguien”, como si no fuésemos alguien por el simple hecho de existir, independientemente de nuestras circunstancias económicas y materiales. Desde pequeños internalizamos la idea de que el ideal es obtener más cosas materiales, más dinero y más prestigio para ascender en la escala social. Sin embargo la verdadera burguesía se reduce a un número muy pequeño, aquellos que en verdad controlan y mueven los medios de producción cuya riqueza heredada de generación en generación se acumula
y crece cada día a costa del trabajo de otros tantos, este grupo en el sistema capitalista se vuelve prácticamente inalcanzable pues el poder y riqueza acumulado por años y años no tiene comparación a las pequeñas mejoras materiales que pudiésemos tener a costa de nuestro trabajo explotador, pese a esto , seguimos buscando la forma de parecernos más a ellos, sin darnos cuenta que con esto seguimos replicando el mismo sistema de explotación y despojo. Este sistema es el capitalismo, al que Marx llama “la dictadura de la burguesía” cuyo opuesto es el comunismo postulado por Marx como la “dictadura del proletariado”, en la cual la clase obrera sería la que rigiera la sociedad, quienes ostentaran el poder económico y político en lugar de la burguesía y en el que deberá prevalecer la igualdad absoluta para todos. Y entonces ¿es el comunismo la solución a todos los males y desigualdades de la sociedad capitalista?
Pérez-Attias (2014) refiere que: “Hoy por hoy todas las economías del mundo, con excepción de Cuba y Norcorea, se fundamentan en el “capitalismo” y en ese contexto hay países donde sus habitantes son desigualmente “ricos” comparando su ingreso per cápita con otros países, también hay países cuya población tiende a ser “igualmente pobre” y otros donde los pocos ricos son inmensamente ricos, y las mayorías, pobres, son absolutamente pobres, como en Guatemala.”
Sin embargo valdría la pena también el reflexionar acerca de las condiciones de vida de la población de países como Cuba y Corea del Norte, solamente en Cuba se calcula que más de 30,000 personas huyeron de la isla aún a costa de vender todas sus pertenencias y de que el emprender el viaje es poner en juego la vida (Hablemos Press Vision, 2015). Por otra parte en Corea del Norte la población vive asediada por el hambre, el miedo y la pobreza impuesta por la dictadura de los Kim, algunos han logrado huir pero otros tantos están condenados a vivir toda su vida bajo esas condiciones. Ante esto resulta inevitable el preguntarse si el capitalismo se alimenta de la explotación y si en los países que viven bajo el régimen comunista de igual manera las personas sufren, ¿a dónde deberíamos apuntar como sociedad si tanto el capitalismo como el socialismo no han funcionado? A mi manera de entender las cosas en ambos sistemas hay dos clases que siguen en contradicción, en el comunismo ya no es la burguesía y el proletariado, sino el dictador y su régimen contra los reprimidos y los que están en desacuerdo con el régimen.
Quizá el comunismo que Marx concibió fue en cierta manera una utopía, un ideal que los países que han adoptado este sistema no han sabido llevar a buenos términos. Sin embargo, la esencia del planteamiento de Marx sigue vigente en ambas: la sociedad se fundamenta en un conflicto, un conflicto originado en la posesión desigual del poder.
Como bien he mencionado desde un inicio, mi objetivo no es plasmar en estas líneas el marxismo como la mejor teoría sociológica, bien he expresado también mi incertidumbre y dudas acerca del sistema comunista. Más allá de si el comunismo es lo indicado, si es la solución o no ante la desigualdad, es inevitable también que la forma en que Marx planteó la lucha de clases en el capitalismo me impacte al contrastar dicho planteamiento con mi realidad. Guatemala es un país donde a todas luces la riqueza está concentrada en las manos de muy pocos, quienes han venido controlando esa riqueza de generación en generación por largos años, quienes han elaborado leyes que amparan sus métodos de despojo, quienes han disfrazado sus embates bajo el concepto
de “progreso y desarrollo”, quienes bajo la excusa de brindar empleo y generar avances han estado de acuerdo con la explotación de nuestros recursos naturales y destrucción de nuestra flora y fauna.
*
La lucha de clases en Guatemala es indiscutible, somos un país de mayorías pobres, donde ganar Q2,700.00 al mes y recibir prestaciones es un lujo, donde conformarnos con un sueldo de Q1,200.00 por trabajar de domingo a domingo es considerado un “privilegio” por al menos tener un lugar de trabajo y donde otros ,muy pocos, se dan en lujo de seguir manteniendo bajo sus pies a la mayoría, acumulando riquezas fruto del trabajo que se realiza por la necesidad de sobrevivir. En Guatemala no hemos llegado a una verdadera conciencia de clase que nos haga reflexionar y oponernos a las condiciones injustas de explotación, muchas veces porque nos hemos acomodado a subsistir con poco y porque ya es lo “normal” vivir de esta forma, los ricos seguirán siendo ricos y los pobres seguiremos siendo pobres y con esos nos basta. No negaré que es más fácil callar y acomodarse que tomar conciencia de la realidad, porque tomar conciencia de la realidad nos causa indignación y frustración. Para evitar esta frustración tratamos de aparentar la vida que quisiéramos tener, vamos a grandes centros comerciales para sentir que pertenecemos a esa sociedad aunque realmente no podamos comprar nada, quizá gastemos mucho dinero en ropa exclusiva o tengamos en casa un gran televisor aunque estemos sofocados por las deudas, o quizá simplemente nos hemos resignado a que nada cambiará. Sea como sea, mientras estamos fantaseando sobre los bienes y el dinero que quisiéramos poseer, unos pocos están realmente haciéndose ricos sentados en sus cómodos sillones, acumulando sus riquezas, mientras otros tantos están muriendo de hambre, frío o sin un techo donde pasar la noche. La contradicción entre ambas clases en Guatemala es realmente extrema.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1.      Zuleta, Estanislao (1987) Ensayos sobre Marx. Colección Quipus. Editorial Percepción. Medellín, Colombia. 230 pp. E-book, recuperado de: http://s22850b56d26c3a83.jimcontent.com/download/version/1422430221/module/11182321229/name/Zuleta,%20Estanislao%20-%20Ensayos%20sobre%20Marx.pdf  
2.      Servicios Jurídicos y Sociales –SERJUS- (2009). Capitalismo, explotación e injusticia UNA HISTORIA DE DESPOJOS. Sistema de formación política y pedagógica en Educación Popular. Equipo de Mediación y Comunicación. 36 pp.
3.      Pérez-Attias, Samuel (2014). Capitalismo Desigual. Columna de opinión, diario Prensa Libre. Recuperado de: http://www.prensalibre.com/opinion/Capitalismo-desigual-Samuel-Perez-Attias_0_1147685247.html  
4.    Centro de Información, Hablemos Press (noviembre, 2015) Alarmante huida de los cubanos desde la isla. Recuperado de:      http://www.cihpress.com/2015/11/alarmante-la-huida-de-cubanos-desde-la.html

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Psicología y Anarquismo (texto tomado de EL LIBERTARIO)

LINK DE EL LIBERTARIO ---- > http://periodicoellibertario.blogspot.com

Las ciencias sociales, a pesar de tener muchos puntos en común, tienen también sus diferencias. Tal vez el punto en común más importante sea el objeto de estudio, que viene a ser el mismo en todas ellas, y la diferencia más esencial sea la forma de abordar ese objeto, que es distinto en cada una. En efecto, como no hace mucho escribía el antropólogo Beltrán Roca Martínez (2008b, p. 10), “en la actualidad los límites entre las distintas ciencias sociales son resbaladizos y poco consistentes : a menudo, sociólogos, politólogos, historiadores, psicólogos sociales y economistas, comparten los mismos objetos de estudio que los antropólogos”. Sin embargo, cada una de estas disciplinas tiene una manera propia y peculiar de aproximarse a su objeto, de forma que si el enfoque de la psicología social es esencialmente el estudio de aquello que es a la vez psicológico y social, es decir, lo psicosocial, la antropología presta atención principalmente a la diversidad cultural. Por ello no es extraño que la antropología haya tenido más relación con el anarquismo que la psicología.
Como añade el citado Roca Martínez (2008b, p. 11), “el anarquismo no es un sistema ideológico cerrado y bien delimitado, sino un conjunto abierto y en permanente cambio de ideas y, sobre todo, de prácticas cuyo objeto es erradicar o limitar lo máximo posible las relaciones de dominación… Entender el anarquismo principalmente como una práctica tiene una importante consecuencia metodológica : la antropología, como ciencia de las prácticas, es una disciplina académica privilegiada para el estudio del anarquismo”, por lo que no es extraño que existan unas estrechas relaciones entre antropología y anarquismo (Roca Martínez, 2008a), hasta el punto de que son muchos los antropólogos relevantes que se confiesan anarquistas, como son los casos de Piotr Kropotkin, Marcel Mauss, Radcliffe-Brown, Pierre Clastres, Murray Bookchin, John Zerzan o David Graeber, existiendo numerosas publicaciones que relacionan explícitamente ambas cosas (Barclay, 1992 ; Graeber, 2004 ; Roca Martínez, 2008a ; Morris, 2005, etc.). Y ello a pesar de que la antropología nació en el siglo XIX precisamente en el contexto del colonialismo, y como un intento de “investigar la cultura y las formas de vida de los pueblos colonizados para poder ejercer mejor la dominación colonial. (Pero), con el tiempo, los antropólogos fueron siendo conscientes de la utilidad de sus trabajos para las potencias coloniales y trataron de rebelarse promoviendo la resistencia de los nativos y tratando de combatir el etnocentrismo. Sin embargo, aún hoy está presente este carácter lúgubre de la antropología. La financiación estatal y empresarial a la investigación antropológica continúa estando motivada por propósitos de dominación” (Roca Martínez, 2008b, pp. 16-17).

En psicología social se dio un proceso similar : surgió poco después de la antropología y lo hizo, sobre todo en Estados Unidos, con la finalidad de servir al capitalismo. Pero tal finalidad la cumplió mejor que la antropología la suya porque en nuestra disciplina la hegemonía del positivismo fue mucho mayor. De ahí que haya sido más difícil y menos frecuente la influencia del anarquismo en la disciplina, de forma que existen pocos psicólogos que se consideren a sí mismos anarquistas y menos aún aquellos en los que tal autoasignación se nota en su trabajo. De hecho, poco se ha escrito de forma explícita hasta la fecha, que yo sepa, sobre la relación entre anarquismo y psicología.

Pues bien, las posibles relaciones entre psicología y anarquismo derivan principalmente de dos cosas : en primer lugar, de qué entendamos por psicología y de qué tipo de psicología elijamos ; y en segundo lugar, del nivel de relación entre ambos fenómenos que seleccionemos. Las múltiples psicologías existentes podrían ser resumidas en dos : psicología tradicional, individualista y positivista, y psicología crítica, sea marxista o sea “postmoderna”. La psicología positivista poco tiene que ver con el anarquismo, la psicología marxista, por razones obvias, tampoco ; sin embargo la que podríamos llamar “psicología social postmoderna” (véase Ovejero, 1999) sí tiene más afinidad con él.

En cuanto a la psicología dominante, tenemos que decir que, dado su carácter individualista y psicologista, a menudo al servicio del sistema capitalista (Parker, 2010 ; Sampson, 1977, 1981 ;Sapsford y Dallos, 1998 ; Wexler, 1983), pocas relaciones podemos ver entre ella y el anarquismo. Para que estas relaciones existan o puedan existir, necesitaríamos acudir a otro tipo de psicología, crítica, radical y con pretensiones de emancipación (véase Ibáñez, 1994, 1997 ; Ibáñez e Íñiguez, 1997 ; Ovejero y Ramos, 2011 ; Wexler, 1983), que sigue siendo minoritaria todavía a día de hoy, pero en alza. A pesar de que no hace mucho Ian Parker (2010) defendía la imposibilidad intrínseca de una psicología emancipadora, dado el carácter intrínsecamente individualista de la disciplina, algunos aún creemos en la posibilidad de esa psicología, aunque para ello resulte imprescindible abandonar el positivismo.

Cinco posibles enfoques a la hora de estudiar las relaciones entre psicología y anarquismo : las relaciones entre psicología y anarquismo son numerosas y pueden ser abordadas, al menos, desde estos cinco enfoques :

1) Estudio de la psicología explícitamente libertaria : no existe aún una psicología explícitamente libertaria. La psicología dominante es positivista e individualista y, por tanto, profundamente acrítica y ahistórica, de forma que no sólo no ha supuesto ninguna amenaza para el sistema sino que, por el contrario, ha constituido un instrumento poderoso a su servicio, por lo que, estamos ante una disciplina casi inherentemente antilibertaria : pone el énfasis más en lo individual que en lo colectivo, más en la homogeneidad que en la diferencia, más en la verdad absoluta que en la verdad relativa, y más en una sociedad ya hecha y fija que hay que estudiar que en una construida por nosotros mismos ; incluso el ser humano tendría una naturaleza fija, lo que, por otra parte, contraviene los últimos hallazgos de las neurociencias (véase Tomasello, 2007), dejando poco espacio para que la cultura y la educación puedan modificar de una forma sustantiva ni a la sociedad ni al propio ser humano.

2) Análisis del anarquismo teórico por parte de la psicología social : por razones evidentes, a los psicólogos, generalmente liberales o conservadores, no les ha interesado estudiar a los autores del anarquismo histórico (Bakunin, Kropotkin, Anselmo Lorenzo, etc) y su posible utilidad para la disciplina, utilidad que podría haber sido importante y fértil.

3) Examen de la obra de los psicólogos que dicen ser anarquistas : como ya se ha indicado, además de no haber muchos conocidos psicólogos con inclinaciones abiertamente libertarias, no todos los que hay desarrollan una obra diferente de la que desarrollan los no anarquistas, al menos en España, aunque, ciertamente, existen algunas brillantes excepciones.

4)Indagación en la psicología existente para analizar en qué medida sus contenidos pueden ser útiles para el anarquismo : a pesar de que, como ya he señalado, su enfoque teórico es eminentemente individualista y de que su método es básicamente positivista, a mi modo de ver hay muchos estudios en la psicología social que podrían ser de cierta utilidad para los anarquistas e incluso para la construcción de una psicología libertaria, entre ellos la influencia social, en especial los estudios sobre conformismo y más aún sobre las minorías activas, la obediencia a la autoridad (por cierto, se han analizado exhaustivamente las razones de la obediencia de los sujetos que obedecen, pero no las que llevan a muchos a rebelarse contra la autoridad), la conducta de ayuda, la psicología social de los grupos y en particular las investigaciones sobre cooperación y aprendizaje cooperativo ; especialmente útil es para el anarquismo el análisis de las relaciones intergrupales, sus tensiones, conflictos y relaciones de cooperación, así como el estudio del poder de la situación en la conducta humana (véase Ovejero, 2010a). Ahora bien, el tratamiento que la psicología tradicional ha hecho de estos temas tiene una gran dificultad para ser utilizada en la construcción de una psicología anarquista. Me refiero a su enfoque positivista, a su feroz individualismo, a su utilización de argumentos de autoridad y en especial a su concepto del ser humano y de la sociedad : el mundo social, al igual que el físico, es como es y lo único que tenemos que hacer es estudiarlo objetivamente para conocer su naturaleza y su funcionamiento para, de esta manera, poder controlarlo. Y es que el control social es, en última instancia, el objetivo último de la psicología tradicional.

5) Preparación de las bases para la construcción de una psicología social libertaria : si no podemos hablar todavía de la existencia de una psicología libertaria, sí podemos ver ya que los cambios que se están produciendo en nuestra disciplina después de su larguísima y nunca acabada “crisis” conforman, en conjunto, lo que podríamos considerar la base para construir una psicología social anarquista. Digamos algo sobre ello :
Algunas reflexiones sobre la construcción de una psicología libertaria

Si la psicología social tradicional no tiene mucho que aportar directamente a la construcción de una psicología anarquista, como ya se ha dicho, sí hay cosas en ella de utilidad para nuestro fin, aunque más en la psicología crítica y en los psicólogos críticos, provengan estos del marxismo, sean libertarios o provengan de otros campos. Existen muchos elementos en la psicología crítica que pueden ser de gran ayuda para la construcción de una psicología libertaria. Pretendo aquí hacer algunas reflexiones sobre tales elementos con la intención explícita de ir construyendo los pilares de esa psicología anarquista que, por fuerza, tiene que ser social, crítica y emancipadora, además, obviamente, de tener un interés explicito por la cooperación, la ayuda mutua y la solidaridad y un posicionamiento claro contra la dominación.

Ahora bien, si la psicología es una disciplina a la vez teórica, metodológica y profesional, veamos la posibilidad de construir estos tres pilares que sostengan a una psicología anarquista aún por hacer :

1) Pilar teórico : la psicología social ha servido -y sigue sirviendo- al mantenimiento del statu quo y, por consiguiente, a la defensa de los intereses de los poderosos, y lo hace de diferentes formas, pero sobre todo de estas cuatro, derivadas todas ellas del hecho de que sus teorías y sus prácticas no sólo describen la realidad psicológica sino que también la construyen : prescribiendo quiénes son psicológicamente normales (que son precisamente los que mejor se adaptan a las exigencias del capitalismo) y quiénes no lo son ; psicologizando los problemas sociales, de manera que la culpa de tales problemas no será del sistema sino de sus víctimas ; ayudando con todo ello a la producción de una ideología legitimadora que consiga que los ciudadanos no vean la injusticia y, si la ven, que crean que cada uno tiene lo que se merece ; y, finalmente, y como un efecto de todo lo anterior, contribuyendo a la construcción de un sujeto que esté al servicio del nuevo capitalismo, es decir, del sujeto neoliberal (Laval y Dardot, 2013 ; Lazzarato, 2013 ; Ovejero, 2014a, 2014b). La psicología, entonces, y por decirlo en términos de Althusser, se ha convertido en un poderoso aparato ideológico del Estado. De ahí que tal vez el primer cometido de una psicología libertaria debería ser el de desenmascarar las formas en que la psicología está sirviendo al sistema y, como dicen Richardson y Fowers, 1997, p. 266) de la psicología crítica, una de sus principales tareas debería ser la de “exponer las formas en que la moderna psicología y los psicólogos -incluso si tienen buena intención- contribuyen a mantener un statu quo social y cultural que es injusto, frívolo e incluso, en cierta medida, perjudicial para el bienestar humano”. En este sentido, escribe Ian Parker (2010, p. 12) que “sería conveniente que las personas comprometidas con la transformación social entendieran en qué consiste la psicología y cómo impedir que funcione como un mero instrumento de control social”. Porque, no olvidemos, añade Parker, que la importancia de la psicología no obedece a la verdad de su conocimiento, sino al servicio que presta al poder, sobre todo a causa de su intento de reducir la lucha política a lo que sucede dentro de las mentes de las personas, dejando de lado la responsabilidad de una sociedad injusta y, por tanto, eliminando la misma posibilidad de luchar contra la injusticia : los problemas de las personas se solucionan interviniendo dentro de esas mismas personas y no tocando para nada, por consiguiente, las causas reales que los producen.

Por tanto, si la psicología es persistentemente utilizada por el sistema para sus objetivos de dominación, y si muchos psicólogos se convierten en sus colaboradores directos, los que no coincidan con ello deberían establecer los dispositivos que permitan a la psicología ponerse al servicio de la resistencia a la dominación, desde la base de que “luchar ya no es sólo oponerse y enfrentarse, es también crear aquí y ahora unas prácticas distintas, capaces de transformar realidades, de forma parcial pero radical, poniendo además todo el cuerpo en esas transformaciones que también transforman profundamente a quienes se implican en ellas... Unos modos de lucha que diluyan identidades, que ayuden a politizar la existencia y, sobre todo, que alumbren nuevas subjetividades radicalmente insumisas (Ibáñez, 2009, p. 62). Ese debería ser otro cometido de toda psicología libertaria : deconstruir los discursos de la psicología dominante, que son los del poder establecido, para desenmascarar sus objetivos reales. En efecto, “las nuevas condiciones sociales no modifican, tan sólo, los dispositivos de dominación y las correspondientes prácticas de lucha, sino que producen, también, modificaciones en el tejido simbólico y en la esfera cultural. Por una parte, suscitan nuevos discursos legitimadores que son necesarios para sostener los nuevos dispositivos de dominación, pero, por otra parte, también suscitan nuevos análisis y nuevos discursos antagonistas que enriquecen el pensamiento crítico. Es decir, una modalidad de pensamiento que, en palabras de Foucault, pone en cuestión todas las formas de la dominación” (Ibáñez, 2014, p. 53).

Y lo primero que tendría que hacer una psicología libertaria, que en cierta medida yo identifico con la psicología crítica y radical, es rebelarse contra las verdades absolutas y universales que aún defiende la disciplina y posicionarse contra la dominación (Ibáñez, 2005) y, por tanto, también contra el positivismo. Pues “la existencia de Verdades absolutas y Valores Universales confiere, a quienes están en su posesión, el derecho e, incluso, la obligación moral de doblegar a quienes se apartan de estas verdades y de estos valores” (Ibáñez, 2014, p. 141). Por fuerza, pues, una psicología anarquista debería ser socioconstruccionista y relativista (Ibáñez, 1994, 1996, 1997, 2011), en línea con la nueva psicología social postmoderna (véase Ovejero, 1999), que es la realmente útil y fértil para la construcción de una psicología anarquista,

 La psicología social tradicional se fue construyendo en la Modernidad, para dar cuenta de los problemas inherentes al industrialismo y a concentración poblacional en las urbes, y se hizo predominantemente desde el poder para controlar a las masas, por lo que surgió en Europa como una “psicología del comportamiento colectivo” (Ovejero, 1997) y después, en Estados Unidos, como un instrumento para gestionar lo social (Janz y van Drunen, 2005). Pero la actual sociedad ha dejado de ser moderna para ser postmoderna y, por consiguiente, toda psicología que quiera dar cuenta de los actuales problemas sociales así como de la propia vida social del presente debería cambiar drásticamente de rumbo, como ya lo están haciendo algunas de sus corrientes (psicología crítica, psicología socioconstruccionista, psicología feminista, etc.). Esta psicología es la que resulta útil para la construcción de una psicología anarquista.

Y de gran utilidad le sería también a la psicología libertaria incorporar, desde una orientación eminentemente psicosociológica, gran parte del conocimiento acumulado por los clásicos del anarquismo (Mijail Bakunin, Piotr Kropotkin, Anselmo Lorenzo, etc.). Y es que, como señala J.M. Fernández (2014), “necesariamente, encontramos un nuevo horizonte para la psicología social, gracias a una vinculación de la crítica con los valores libertarios, en la que se ocupa de la organización y mejora de la sociedad, aportando una nueva forma de observar el mundo cuestionando lo establecido. Como no puede ser de otro modo, se realiza una crítica radical a la psicología propiamente dicha, por su estandarización e institucionalización”. Tengamos presente que la función ideológica esencial de la psicología social positivista consiste precisamente en despolitizar la ciencia psicosociológica y presentarse como un campo de conocimiento técnico, objetivo y neutral. “La psicología social tendría como función contribuir, con sus formulaciones teóricas y sus técnicas, al mantenimiento de esta situación de dominación y no a la resolución de los problemas derivados de la misma” (Torregrosa, 1985/1988, p. 656). Por ello, toda psicología que pretenda ser crítica y emancipadora, y más aún si quiere ser libertaria, debería ante todo desenmascarar los intereses que se esconden tras la falsa objetividad y neutralidad de la psicología y mostrar el carácter explícitamente político de la misma.

Pero el hecho de que la psicología sea una disciplina intrínsecamente política, algo a la vez evidente y poco aceptado por los psicólogos, es señalado por José Ramón Torregrosa cuando escribe (1985/1988, pp. 655-656) que “los problemas sociales susceptibles de intervención psicosociológica están inscritos en procesos sociales más amplios atravesados de conflictos de intereses. El poder es una variable ubicua en la realidad social. En cierto modo, pueden verse los problemas sociales como una distribución desigual, real o percibida, del poder. Estas consideraciones elementales confieren al problema de la intervención una dimensión política e ideológica... Conviene subrayar esto porque nada podría ser más ideológico que una aproximación sólo psicológica a los problemas sociales. Este ha sido uno de los mecanismos tradicionales de la sociedad burguesa para disolver los problemas sociales, no para entenderlos ni solucionarlos. Inscribir globalmente la psicología social en este proceso resultaría coherente con las demandas de ciertos sectores dominantes de la sociedad. La psicología social tendría como función contribuir, con sus formulaciones teóricas y sus técnicas, al mantenimiento de esta situación de dominación y no a la resolución de los problemas derivados de la misma”, dándoles a los diferentes poderes del sistema una eficacia que no alcanzarían sin la contribución de los psicólogos. Pues bien, una forma de rectificar esta nefasta e interesada trayectoria de nuestra disciplina sería precisamente incorporando los conocimientos anarquistas y su orientación y contenidos eminentemente críticos y emancipadores.

La psicología, sobre todo algunas de sus ramas como la psicología del trabajo y de los recursos humanos, habla desde los presupuestos ideológicos de la sociedad capitalista de mercado, tras haber internalizado previamente tales presupuestos (individualismo, competición, etc.). Pero otras ramas de la psicología tienen, también ellas, efectos políticos evidentes, a veces más sutiles (señalando, por ejemplo, los rasgos que componen la normalidad/anormalidad psicológica, lo que va conformando un tipo de personalidad y hasta de sujeto completamente acrítico y dócil al sistema). Por tanto, se hace necesario un enfoque crítico que explique los problemas sociales centrándose en las contradicciones de la propia sociedad, y no buscando sus causas dentro de los individuos. Resulta imposible entender la conducta de las personas y de los grupos sin tener en cuenta cómo se constituyeron a través de esos procesos de poder, de dominación y, en fin, ideológicos. Por ejemplo, resulta imposible entender la pasividad con que la ciudadanía está aceptando el brutal cambio de modelo económico, laboral, social y político que está imponiendo el nuevo capitalismo sin tener en cuenta los procesos ideológicos, de poder y de dominación que han construido el nuevo sujeto neoliberal. Pues bien, uno de los cometidos de una psicología libertaria sería la de abrir “la posibilidad de multiplicar y de identificar las luchas contra los dispositivos de dominación, de poner más a menudo en jaque los ataques a la dignidad y a las condiciones de vida de las personas, de subvertir las relaciones sociales moldeadas por la lógica mercantilista, de arrancar espacios para vivir de otro modo, de transformar nuestras subjetividades, de disminuir las desigualdades sociales, y de ampliar el espacio abierto al ejercicio de las prácticas de libertad” (Ibáñez, 2014, p. 6), es decir, contribuir a la construcción de un sujeto diferente e incluso opuesto al neoliberal, tan hegemónico hoy día.

Pues bien, entre los múltiples contenidos con que deberíamos ir llenando una psicología anarquista, habría que subrayar muy especialmente dos que están estrechamente relacionados con la ideología libertaria : su posicionamiento contra las verdades absolutas y, por tanto, contra la dominación, lo que podría hacerse adoptando el construccionismo social (véase Gergen y Gergen, 2011 ; Ibáñez, 1996 ; Nightingale y Cromby, 1999), y la defensa de la ayuda mutua solidaria, que, aunque de forma muy parcial, se refleja en la investigación y la práctica del aprendizaje cooperativo, y de forma mucho más completa en las colectivizaciones libertarias en la España de los años 30 (véase Ovejero, 2010b).

La realidad social es construida socialmente y, por tanto, somos los humanos los que la construimos, de forma que, en última instancia, somos nosotros los responsables de su “naturaleza”, de manera que ni la sociedad ni los seres humanos tienen ya una naturaleza fija, sino que depende de nosotros : podemos hacerla de una manera o podemos hacerla de otra bien distinta. Y en ello los psicólogos somos relevantes protagonistas. De ahí que yo esté de acuerdo con José María Fernández (2014) cuando escribe que “el construccionismo social ha favorecido esa tendencia, que ya podemos denominar psicología anarquista, con la radicalización de la psicología social crítica en un contexto posmoderno en el que se cuestionan los grandes discursos ideológicos y se anula toda visión esencialista sobre la naturaleza humana, algo que ha propiciado un proyecto normativo y autoritario dentro de la psicología. Al ir pareja la represión social a la represión psicológica, solo podemos congratularnos de esa asociación entre la psicología y las ideas libertaria”. Sin embargo, para considerarse una teoría libertaria, el construccionismo social debe incluir un contenido inequívocamente solidario y emancipador. De lo contrario, podría fácilmente funcionar como sostén ideológico del capitalismo neoliberal.

En cuanto a la cooperación, debo comenzar diciendo que una de las bases esenciales de la ideología anarquista es sin duda la idea de la ayuda mutua, teniendo siempre presente también la solidaridad. De ahí la importancia de tener en cuenta las ideas de Kropotkin, tanto en su faceta de biólogo como sobre todo en su faceta de antropólogo. En ambos casos demostró, frente a Darwin, la importancia de la cooperación en la evolución humana. Fue precisamente nuestra capacidad de cooperar lo que nos permitió, como especie, subsistir en la selva y desarrollarnos. Y por mucho que hayan hecho, primero el estado y luego el capitalismo, por eliminar esa capacidad, seguimos siendo una especie eminentemente cooperativa. Y si tuvo más éxito Darwin que Kropotkin, ello se debió, entre otras cosas, a que el inglés ponía el acento en la competición, que era justamente lo que más interesaba al capitalismo inglés de 1859 (Ovejero, 2009), habiendo constituido El origen de las especies, sin quererlo su autor, una de las bases intelectuales fundamentales del afianzamiento del capitalismo, avance que está alcanzando unos niveles realmente obscenos en el actual neoliberalismo (véase Ovejero, 2014a). De ahí que hoy día, cuando el capitalismo salvaje es hegemónico, más urgente se va viendo la necesidad de recuperar a Kropotkin y adoptar la cooperación y la ayuda mutua como la única forma de evitar el cataclismo que todos los datos van anunciando que, de no cambiar las cosas, podrá darse no tardando mucho.

Aunque no son suficientemente conocidos los estudios biológicos de Piotr Kropotkin, sin embargo cada día demuestran ser más actuales, de forma que se adelantó en un siglo a autores como Tomasello (2007), e incluso al mismo Edward O. Wilson (2012) para quien la capacidad de cooperación es la base más esencial de la especie humana, la que nos ha permitido la supervivencia entre las demás especies animales, muchas de ellas más fuertes, más veloces y más fieras que nosotros. Pues bien, en todos esos artículos que Kropotkin publicó entre 1910 y 1920, muchos de ellos disponibles en castellano en Kropotkin (2009), el biólogo ruso intentó demostrar la influencia del ambiente en la “naturaleza” humana. Con ello contradecía, y a la vez completaba, a Darwin, facilitando, además, la construcción de una sociedad libertaria al demostrar que tanto las plantas como los animales y los humanos varían cuando se los sitúa bajo condiciones nuevas. Si cambiamos esas condiciones, cambiamos también la “naturaleza” de los humanos.

En definitiva, frente a la cada vez más agresiva intervención del capitalismo por fomentar la competición y reducir la cooperación, se hace más necesaria la intervención desde la escuela –y no sólo desde ella- para fomentar la cooperación y la ayuda mutua, siendo una vía muy esperanzadora para conseguirlo la implementación en el aula del aprendizaje cooperativo (Aronson, 1978 ; Johnson y Johnson, 2003 ; Johnson y Johnson, 1990 ; Ovejero, 1990 ; Ovejero, 2012).

2) Método : la construcción de una psicología anarquista se ve favorecida por el cambio de paradigma efectuado en la ciencia a lo largo del siglo XX, ya pergeñado en la física cuando científicos como Planck, Einstein y Heisenberg mostraron que tras un aparente orden lo que hay en la materia es caos y que, por tanto, es imposible la objetividad. El orden lo ponen la mirada, las teorías, los métodos de estudio de los físicos así como sus instrumentos para investigar. Mientras que para la física clásica el observador no era más que un reflejo pasivo de los datos de los sentidos y la observación era independiente de la teoría y, por tanto, objetiva, para la física cuántica la observación pura no existe, pues nunca es ajena a toda teoría. Lo específico de la teoría cuántica consiste justamente en rechazar el supuesto de la física clásica de que los objetos físicos y sus cualidades primarias existen con independencia de que se les observe. El propio Einstein le dijo a Heisenberg que era imposible incluir tan sólo magnitudes observables en una teoría : “Es la teoría la que decide lo que se puede observar”. Más en concreto, ya en 1929, hace nada menos que más de 85 años, Niels Bohr (1988, p. 153) escribía : “Ha sido el descubrimiento del cuanto de acción el que nos ha enseñado que la Física clásica tiene un rango de validez limitado, enfrentándonos, a la vez, a una situación sin precedentes en la Física al plantear bajo una nueva forma el viejo problema filosófico de la existencia de los fenómenos con independencia de nuestras observaciones… Toda observación entraña una interferencia de tal índole en el curso de los fenómenos que deja sin sentido al modo causal de descripción”. Y unos años después, el propio Heisenberg (1957, pp. 33 y 43) iba en la misma dirección : “La teoría de los cuantos obliga a formular toda ley precisamente como una ley estadística y, por ende, a abandonar ya en principio el determinismo… La ciencia natural no es ya un espectador situado ante la Naturaleza, antes se reconoce a sí misma como parte de la interacción de hombres y Naturaleza”.

Pero lo curioso y sorprendente es que la psicología adoptó la epistemología y la metodología positivistas de la física precisamente cuando la física ya estaba de vuelta del positivismo y le estaba poniendo en cuestión, cuando el principio de indeterminación o incertidumbre de Heisenberg, la física quántica de Bohr y la teoría de la relatividad de Einstein estaban llevando a los físicos a cambiar radicalmente de paradigma. Aplicar todo ello a la psicología facilitaría la construcción de una psicología libertaria que, por definición, no podría admitir ninguna verdad absoluta ni ninguna seguridad total. La única verdad existente es, como diría Foucault, la que construimos nosotros mismos. Lo malo es que luego nos olvidamos pronto de que la hemos construido nosotros y se la atribuimos a Dios o a la Ciencia o la Razón con un principal objetivo : imponer nuestra verdad a los demás. Esta es una de las cosas contra las que más debería luchar una psicología realmente libertaria : desenmascarar la falsa objetividad que se esconde en las ciencias sociales en general y en la psicología en particular. Pero todo esto no es nuevo : ya el físico atómico Robert Oppenheimer dijo en una alocución a los psicólogos de la APA, en 1956 : "El peor de todos los errores posibles que la psicología pudiera cometer sería dejarse influenciar y modelarse al estilo de una física que ya no existe, que está completamente trasnochada". Y, sin embargo, es lo que hicieron los psicólogos a partir de entonces, a pesar de la advertencia de Oppenheimer.

Pero detrás de todo esto está el modelo de ser humano que defendemos, y el anarquismo ha defendido siempre, como no podía ser de otra manera, un ser humano libre, sin determinismos de ningún tipo : en las cuestiones referentes a los seres humanos nada está tallado en piedra y todo es modificable. Y la epistemología positivista no tiene capacidad para captar a ese ser humano cambiante ni siquiera a entenderle. Porque no olvidemos quesiempre debe ser el objeto el que determine el método a utilizary nunca al revés.

3) La práctica profesional : la psicología es a la vez un producto del sistema capitalista y de su fuerte individualismo y un instrumento de defensa y mantenimiento de ese sistema. El individualismo de la psicología está contribuyendo al mantenimiento tanto del control social como del propio orden social dominante, lo que no es ajeno a su adopción de la epistemología positivista : al considerarse a sí misma una ciencia neutra y objetiva, la psicología dice describir la realidad psicológica y social tal como es, cuando lo que realmente está haciendo es construir una realidad psicológica que interesa al sistema y a los poderosos. No olvidemos, como ya he dicho, que la función ideológica esencial de la psicología positivista ha consistido precisamente en despolitizar sus prácticas y presentarse como un campo del conocimiento objetivo y neutral, meramente técnico.

Por otra parte, si la psicología es útil para construir la realidad social, no es de extrañar que sea utilizada por quienes detentan el poder para ponerla a su servicio. Por tanto, pienso que una de las tareas más urgentes de los psicólogos críticos debería ser la de desenmascarar los intereses que se esconden tras muchas de nuestras prácticas profesionales, pues no olvidemos que lo primero que hacen las organizaciones de todo tipo es echar una tupida cortina de humo para ocultar su verdadero funcionamiento. Así, bajo la etiqueta de “ayuda a los demás” y de “mejora de la calidad de vida” a menudo se esconden otros intereses, entre los que están los personales de los propios psicólogos y los de quienes les pagan. La psicología profesional, como no hace mucho escribía Parker (2010, p. 32), “se organizó en torno a cuestiones más prácticas, entendiendo su practicidad desde el punto de vista de los que deseaban garantizar que los individuos trabajaran de manera eficiente y, de este modo, reportaran beneficios a sus patronos”.

Más en concreto, fue a nivel práctico como se fue desarrollando la psicología tal como la conocemos ahora, y lo hizo principalmente como instrumento de gestión social y, por consiguiente, como instrumento de control social, alcanzando tal desarrollo y protagonismo que se fue convirtiendo en un dispositivo esencial para la construcción del sujeto moderno (Crespo y Soldevilla, 2001). No olvidemos que una de las principales características del recién terminado siglo XX ha sido precisamente la progresiva “psicologización” de la vida, lo que le dio a la psicología un gran poder en especial a la hora de psicologizar los problemas sociales. Ahora bien, el papel que los psicólogos han desempeñado y siguen desempeñando en la sociedad es complejo. En efecto, aunque muchos psicólogos se han posicionado contra el poder, como hizo Michel Foucault que además de filósofo era también psicólogo (véase Pastor y Ovejero, 2007), y como hicieron las psicólogas feministas o la asociación estadounidense de psicólogos negros, sin embargo la mayoría de los psicólogos, fueran o no conscientes de ello, se pusieron a su servicio, a menudo sin saberlo, como consecuencia principalmente de su profundo individualismo y de su fuerte positivismo. Como escriben Prilleltensky y Fox (1997, p. 12), “una filosofía individualista, que explique los problemas como puramente individuales, lleva a la búsqueda de soluciones también puramente individuales. Ello puede ayudar a algunas personas. Pero a otras muchas las deja en una perpetua petición de ayuda, dado que si los problemas son inherentemente sociales, la búsqueda de soluciones individuales al final falla. Y no deberíamos sorprendernos de que la insistencia en las soluciones individuales la mayor parte de las veces afecta injustamente a los segmentos de la población históricamente definidos como inferiores. Animar a las mujeres, a las personas de color, a los pobres y a los trabajadores a definir sus problemas como individuales garantiza que intentarán cambiarse a sí mismos más que cambiar la sociedad. El resultado es una reducción en los esfuerzos por cambiar el statu quo, lo que beneficia a los privilegiados”. Sin embargo, y en contra de lo que cree Parker (2010), sostengo que si la psicología, sus conocimientos y sus aplicaciones, ayudan al poder a ejercer su dominio sobre la ciudadanía, también pueden ayudar a la gente a resistir al poder, es decir, también pueden ser de ayuda a las personas para controlar sus propias vidas, resistiéndose a las presiones que sobre ellas se ejercen desde diferentes instancias de poder (político, económico, etc.). Pero para ello necesitamos otra psicología que no sea ni individualista ni positivista, una psicología que no se base en los valores capitalistas de egoísmo y competitividad sino en valores de colectivismo, ayuda mutua y solidaridad. De hecho, como sostienen Sapsford y Dallos (1998, p. 200), el capitalismo florece allí donde la gente valora sobre todo lo individual, la competitividad, la auto-suficiencia y la autodisciplina. Por tanto, en la medida en que la psicología social sea individualista estará apoyando al capitalismo, lo quieran o no los psicólogos que mantienen tales posturas, y contribuyendo a reproducir sus valores esenciales. En cambio, en la medida en la psicología se ocupe más de las relaciones sociales y de la acción humana cooperativa estará contribuyendo a socavar los valores capitalistas. Por ello, la implementación escolar del aprendizaje cooperativo resulta ser algo profundamente subversivo.

En suma, podemos decir que la psicología profesional, ya desde sus orígenes, se puso al servicio del capitalismo, bien de una forma directa, como hizo la psicología del trabajo, o bien de una forma indirecta, como hizo la psicología escolar (entrenar a los niños en aquellas habilidades, actitudes y conductas necesarias para hacer de ellos trabajadores eficaces y ciudadanos dóciles) o la psicología clínica (cuya finalidad era la de mitigar los destrozos psicológicos que iba produciendo la industrialización y el propio capitalismo). Por consiguiente, como muestra Foucault a lo largo de toda su obra, la intervención psicológica, aunque parece ser de mera ayuda, realmente constituye una nueva forma de dominación sociopolítica, de manera que se ha convertido en una profesión de control social. Por ejemplo, cuando los psicólogos dicen que “la capacidad para retardar los refuerzos” es un rasgo deseable, están fortaleciendo en la ciudadanía la conducta de ahorro que tan necesaria le es al capitalismo y en especial al sector bancario. Y es que la psicología no sólo describe la realidad, sino que también la construye. Por ejemplo, crea normas, cuando señala cuál es la conducta correcta, con lo que construye la normalidad y, por tanto, construye también la anormalidad, es decir, las categorías de personas no normales, entre ellas el niño escolarmente torpe, el desempleado, el delincuente, el inadaptado o el loco. En consecuencia, los servicios sociales serían el instrumento que la sociedad moderna y democrática utiliza para solucionar los problemas que ella misma ha creado, pero apuntándose el tanto de ser ella la que los soluciona, a la vez que oculta su responsabilidad en la producción de tales problemas. Como se ve, la psicología constituye un potentísimo instrumento de poder y de control social. Como defiende Foucault (1975), el poder no solo amenaza, castiga y reprime, sino que también crea, premia y construye subjetividades a su imagen de forma que se reduzca toda posibilidad de resistencia. Y en la construcción de esa subjetividad es crucial la psicología y su práctica profesional, como está ocurriendo en la construcción del actual sujeto neoliberal que, al menos a mi juicio, es el pilar esencial que está sosteniendo el éxito del nuevo capitalismo neoliberal y su actual hegemonía (véase Laval y Dardot, 2013 ; Lazzarato, 2013 ; Ovejero, 2014c).

Conclusión

Hoy día es más necesaria que nunca una psicología social crítica y emancipadora, sobre todo porque si la psicología estuvo siempre al servicio del capitalismo (Sampson, 1977, 1981), hoy día lo está aún más : psicologizando los problemas sociales, y haciendo por tanto que los problemas que están teniendo millones de personas a causa de las injustas políticas neoliberales sean vistos como meros problemas personales de los individuos afectados, la psicología está prestando un servicio realmente inestimable al nuevo capitalismo global, consiguiendo que la gente se convenza de que los desempleados no tienen trabajo porque no son capaces de adaptarse a las exigencias de la globalización, de que los delincuentes lo son porque tienen problemas personales, casi siempre relacionados con sus genes, o de que quienes fracasan en la escuela se debe esencialmente a su bajo CI y a su falta de esfuerzo.

En suma, si la psicología es persistentemente utilizada por el sistema para sus objetivos de dominación, y si muchos psicólogos se convierten en colaboradores directos de esos objetivos, quienes no coincidamos con ello deberíamos ser capaces de establecer los dispositivos que permitan a la psicología ponerse al servicio de la resistencia a la dominación. Esa debería ser, a mi juicio, la principal función de una psicología libertaria, que por fuerza debería ser social, crítica, radical, socioconstruccionista y emancipadora.

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[Tomado de http://lodel.irevues.inist.fr/cahierspsychologiepolitique/index.php?id=3203.]Psicología

miércoles, 30 de agosto de 2017

SOBRE LA VIOLENCIA EXTREMA: EVELYN Y MERCEDES


La premisa de discutir sobre la violencia extrema nos sitúa en la búsqueda de contextos y experiencias límite que de cualquier manera ya son por la misma definición únicas: extremas; además de rechazables, anormales: evoca la idea de excepción y anormalidad  (no por violentas, sino por extremas).  Sin embargo, una primera cuestión discutible (un tema) es justamente si no será que hay violencias extremas que se han legitimado y justificado en nuestra sociedad (o en alguna otra) y por tanto no se evidencia como tal.  No quisiera profundizar en ese tema, sino inquietar y evidenciar la suma complejidad de los fenómenos de las violencias. El tema que voy a proponer tiene que ver con casos que yo identifico como violencia extrema, que se encuentran legitimados en la aplicación de la ley (son legales) pero que me provocan indignación (en ese sentido reconozco que son extremos) y en ese sentido los considero una forma de violencia ilegítima.  Tienen además la condición de haber ocurrido no sólo con anuencia de los estados, sino por parte del mismo, constituyéndose así en violencia de estado.  A la vez, ocurren contra mujeres en situaciones de poder muy desiguales ante los hombres dentro del sistema social, constituyéndose así en violencia patriarcal; pero les ocurren por el hecho de ser mujeres, siendo por tanto violencia de género.

Siendo que este espacio no es en el cuál desarrollaré el análisis, sino que será solamente la presentación de los casos, haré una breve reseña de ellos dejando los links para que se puedan revisar las fuentes de donde los tomé (medios de comunicación digital) y seguramente si así se desea se pueda realizar búsquedas de más información.

Evelyn Hernández

Es una joven que a los 18 años sufrió una violación sexual a consecuencia de la cual resultó embarazada, pero no “Dice que no denunció la violación por miedo ni se dio cuenta de que estaba embarazada” hasta que el 6 de abril de 2016 sintió dolores abdominales muy fuertes que le hicieron acudir al baño, donde “dio a luz” y cayó desmayada.  Su mamá la encontró y solicitó ayuda a servicios médicos públicos que le atendieron por “hemorragia vaginal producto de un parto extrahospitalario”.

Las autoridades iniciaron la investigación, rescataron el cuerpo sin vida del bebé y en un primer momento fue acusada de haber tenido un aborto provocado, pero luego se cambió la tipificación del delito por homicidio agravado. (negrita original)

Evelyn estuvo detenida desde que ocurrieron los hechos y ahora (el 8/jul/2017) que tiene 19 años fue condenada a 30 años de prisión acusada de ese delito.  Al publicar esta noticia un medio informa:

La legislación salvadoreña penaliza todas las formas de aborto, incluso el terapéutico, y de realizarlo, tanto las mujeres como los médicos serían juzgados en los tribunales de justicia. De ser culpables podrían ser enviados a la cárcel de dos a ocho años. No obstante, en casos como en el de Evelyn, si el delito se cambia a homicidio agravado —aquel provocado en razón de parentesco de la víctima y el victimario— estas mujeres pueden ser condenadas entre 30 y 50 años de cárcel. (negrita del autor)

Informando sobre otro caso (el de María Teresa Rivera), otro medio de comunicación señala que el caso de Evelyn no es el primero, ni el único:

El castigo por abortar es de hasta ocho años de cárcel, pero en muchos casos se cambia la acusación a la de homicidio agravado, que tiene una pena mínima de 30 años de prisión. Rivera era parte de un grupo de 15 mujeres condenadas por delitos ligados al aborto en El Salvador.

Vale decir que María Teresa había sido condenada por un caso similar al de Evelyn, su condena en el año 2012 fue de 40 años de prisión.  Sin embargo en mayo de 2016 fue puesta en libertad, pues el juzgado anuló la sentencia al considerar que “no existían pruebas de que Rivera hubiera hecho algo para que el bebé muriera, y que la autopsia no esclareció si nació vivo o muerto.”

Esa falta de pruebas, la celeridad para la condena y el retardo para la revisión del caso (María Teresa fue condenada en 2012 por un hecho de 2011, pero la sentencia que la liberó llegó hasta el 2016), nos muestran una prisa por el castigo -porque eso no es justicia- y lentitud para lo más parecido a la justicia (su liberación). Por tanto abre preguntas importantes: ¿Hay una investigación sobre los tribunales que sentenciaron a María Teresa? ¿Qué resarcimiento es posible para estas mujeres (si llega a reconocerse su inocencia) luego de padecer la violencia injusta del estado[1]?

Hay otros elementos que debemos considerar y cuestionar, dentro del funcionamiento del estado. Por ejemplo, que la legislación que condena todas las formas de aborto en El Salvador, y data de 1998, obliga a personal de salud a denunciar todos los casos en que haya sospecha de la práctica de aborto.  Seguramente este es un dilema ético que se presenta en el personal de salud con alguna frecuencia y ante la cual se pueden sentir en riesgo muchas mujeres.  Pero, ¿Se encontrará en el mismo dilema ético el personal de salud ante la obligación de denunciar toda sospecha de alguna forma de violencia de género o (mal llamada) intrafamiliar? Quiero decir con esto que en los casos del aborto se trata de un temor de acusar injustamente (por sospecha) a una persona que puede ser inocente; mientras en otros casos se trata del temor de recibir represalias por parte de un hombre violento (o de personas cercanas a él).  Tomemos en cuenta que, según se entiende en las notas de prensa, los casos de “aborto” u “homicidio agravado” avanzan muy rápido, pero –al menos en el contexto guatemalteco –los de violencia de género son sumamente lentos.

Hay muchas preguntas más que surgen del caso de Evelyn, sin embargo, deseo mostrar otro caso y el espacio es poco.  Dejo aquí los links que usé para elaborar el caso de Evelyn y algunas citas de otros:




Evelyn Beatriz Hernández Cruz, de 19 años de edad, fue sentenciada por el delito de"homicidio agravado en perjuicio de su hijo recién nacido", según informaron los tribunales salvadoreños.
La joven había sido ingresada a un hospital de Cojutepeque, en el norte de San Salvador, el 6 de abril de 2016. Evelyn Beatriz -quien desconocía estar embarazada- tuvo un parto en una letrina de su casa, donde perdió el conocimiento tras sufrir un fuerte sangrado, y el bebé murió.
Según organizaciones locales, Evelyn había sido violada meses antes pero, por miedo, no lo había denunciado. En el hospital adonde la llevó su madre, la joven fue denunciada y detenida por supuestamente abortar.
(…)
"Desde el punto de vista jurídico la jueza no tiene de dónde agarrarse" para sustentar la condena, comentó Romero, y relató que la misma jueza "dijo específicamente que no existe ninguna prueba directa, pero que estaba convencida" de que la joven era"responsable intencional de la muerte" del bebé.

Mercedes

Ya que prefiere el anonimato la llamaré Mercedes, pues es la ciudad en que vive, en Uruguay. Y su caso lo presentaré con base en la nota de este medio:


En enero, ella —que tiene un hijo de 5 años— supo que estaba embarazada de un joven al que ya no veía. Pensó durante días si quería seguir o no con el embarazo y decidió hacerse un aborto, una práctica permitida en Uruguay siempre y cuando sea antes de las 12 semanas de gestación. Pero ese joven con el que ya no salía presentó un amparo judicial, dijo que tenía los medios para hacerse cargo de su hijo y una jueza le prohibió a [Mercedes] abortar. Ésta iba a ser una semana clave: el próximo viernes, María cumplía las 12 semanas de gestación. Pero en la madrugada del jueves perdió el embarazo. La disputa legal se acabó, pero ahora ella está dispuesta a iniciar una nueva batalla.
(…)
—Cuando tomé la decisión y me sentí segura y decidida, hice todo lo que la ley exige. Me evaluó una psicóloga y asistentes sociales, me explicaron todo y, como marca la ley, me dieron cinco días para pensarlo. Pasó ese tiempo y ratifiqué mi decisión. Después, te ve un ginecólogo y te da la pastilla para hacértelo en tu casa. Tenía turno para el 23 de febrero y el 21 me llegó la notificación de la jueza que me decía que tenía prohibido hacerme un aborto en cualquier lugar del país. Ese mismo día empecé con contracciones y sangrado, me dolía hasta respirar. El médico me dijo que había una amenaza grande de tener un aborto natural. Fui a la emergencia todos los días y todos los días me dijeron "es el estrés que estás pasando".

La ley 18987 que autoriza el aborto en Uruguay es de 2012, es conocida como "Ley del Aborto", y  detalla que la interrupción voluntaria del embarazo no será penalizada cuando la mujer cumpla con los requisitos establecidos y se realice durante las primeras doce semanas de gravidez.  El artículo continúa:

Este lunes a la madrugada, cuando faltaban días para que se cumpliera el plazo para poder abortar legalmente, María tuvo un aborto espontáneo en el baño de su casa.

-¿Cómo te sentís después del aborto?
-Siento alivio de que fue de forma natural, pero sé que ahora está la sospecha de si fue o no fue así. Tuve que documentar todo, ponerme guantes y poner el feto en un frasco de urocultivo para que le hagan los estudios en anatomía patológica; si no, me metían presa. Seguro ahora este joven me va a demandar, pero en 20 días van a estar los resultados de la anatomía patológica. Pero vamos a ver, yo no sé si ese feto estaba vivo o no. ¿Y si yo me agarraba una bruta infección? ¿Quién se iba a hacer cargo por obligarme a tenerlo?
—¿Qué opinás de la jueza que te prohibió abortar?
—Me genera una indignación total, pero no me asombra. Se llama Pura Concepción y como es devota del Padre Pío, le puso Pío a su hijo. Me indigna porque su trabajo es hacer cumplir una ley que está vigente, que ya se debatió y que fue votada por los uruguayos. La Corte Suprema dice que el caso queda cerrado, pero no, yo ahora voy a ir con todo contra la jueza. [2]

La Corte Suprema dice que el caso queda cerrado pero no, yo ahora voy a ir con todo contra la jueza
—¿Por qué?
—Una decisión así te puede destrozar. Estas semanas fueron terribles, todo el mundo opinando sobre mi cuerpo. Una jueza me obligaba a tenerlo y encima a cargar con la culpa de que luego le dijeran a ese bebé: "Vos naciste porque una jueza lo ordenó, no porque tu madre te quisiera". En estas semanas, escuché comentarios de la gente del tipo "Bueno, si le gustó coger ahora que se haga cargo". Yo no pensé en hacer ninguna locura porque tengo este carácter y esta entereza. Pero yo trabajo en salud y vi a muchas mujeres abortar hasta con perchas; por eso se votó la ley, porque las mujeres se morían. Esta jueza le puso un abogado al feto, cuando en Uruguay está establecido que un ser humano es sujeto de derecho a partir del nacimiento, no de la vida intrauterina. Ella no puede volver atrás con una ley que fue debatida durante años. Por eso le voy a hacer juicio, no quiero que las chiquilinas vuelvan a hacerse esos abortos clandestinos y vuelvan a morirse desangradas, como se morían antes.[3]

Para aclarar un poco las ideas de Mercedes, sobre el sujeto de derecho, vale aclarar con un párrafo de otra nota del mismo medio:

"En los juicios de familia se suele nombrar un abogado de oficio en defensa del niño o de la niña, pero en este caso estamos hablando de un embrión, no estamos hablando de una persona y además ¿con quién consulta ese abogado?, ¿qué interpretación hace?", dijo Abracinskas. En ese sentido, la directora de MYSU aseveró que la legislación vigente recoge que "es persona después de 24 [horas] de nacido, ósea, postnacimiento" y que la juez apeló a ese convenio "como si estuviera hablando de un niño o una niña". "Además se le nombra abogado al feto pero la mujer tiene que hacer su propio patrocinio, es realmente muy absurdo", agregó.

¿El derecho de quién se defiende en este caso? Según se dijo arriba, el derecho del “padre”.  Al respecto hay que decir que las primeras legislaciones en el imperio romano sobre el aborto fueron, precisamente, un reclamo de los hombres a que se cuidara a sus hijos (y no a las hijas, claro) por ser potencialmente herederos y fuerza de trabajo, aliados y colaboradores en sus planes y deseos.

El artículo que seguimos, reproduce palabras de Mercedes sobre el posible padre:

—¿Qué relación tuviste con el joven que se negó a que abortaras?
—Después de que me separé del padre de mi hijo, quedé bastante arisca. Nunca más quise tener una relación seria. Venía de años muy difíciles porque mi hijo, que ahora tiene 5 años, nació con una malformación congénita y pasé operaciones de 16 horas, estuve ocho meses internada con él, durmiendo en los pasillos. Durante ese tiempo, no sabía si vivía o se moría, fue una tortura psicológica fatal. Muchos años después, cuando el nene empezó a estar mejor, volví de a poco a salir con mis amigas. El año pasado lo conocí a él, es un tipo muy "sexo, drogas y rock and roll", así que no era nada serio. Yo lo veía para distraerme, pero ni de casualidad era para estar en pareja. Es un tipo que gana 12.000 pesos uruguayos al mes (unos 422 dólares) y cuando lo conocí, la madre se pudrió, lo echó de la casa y se fue a vivir con cinco amigos. Es un tipo de 30 años, así, hippie y volátil. No paga el cable, no tiene servicios básicos, no tiene una cama y, como es profesor de Educación Física, comía en las escuelas en las que trabajaba. Se vendió como un padre responsable, pero jamás me dio ni 100 pesos para hacerme una ecografía. ¿Qué padre responsable, si cree que tiene otros hijos por ahí y jamás fue capaz de hacerse un ADN?

Antes de continuar con el relato de Mercedes, es oportuno advertir un riesgo en el cual se cae con frecuencia: acusar a la víctima.  Por tanto, prevengo a quien lee que no se haga acusaciones sobre Mercedes, como ¿por qué salía con un tipo así? Se arriesgó con él y ahora debe asumir lo que hizo, y tantas otras.

María tenía una lesión en el útero, por eso tomaba unas pastillas anticonceptivas muy fuertes. Eran las mismas que les dan a las mujeres con fibrosis y le empezaron a caer mal. En el transcurso de los seis meses en que mantuvieron una relación "libre", el ginecólogo le recomendó cambiarlas. En ese descalabro, cuenta, quedó embarazada.

—¿Qué pasó cuando le dijiste que estabas embarazada?
—En enero, cuando se lo conté, le dije que iba a pensar bien si lo quería tener o no. Él me dijo: "Es tu cuerpo, tomes la decisión que tomes, yo te voy apoyar". Yo no estaba segura porque tenía que pensar si podía mantener a otro hijo o no. La ley uruguaya establece que el padre le tiene que pasar 3.500 pesos al mes (unos 120 dólares) y unos pañales cuestan 600. Por eso tenía que pensar si me podía hacer cargo yo, porque después para que un padre aporte más plata, tenés que iniciar una guerra con abogados. Él era un tipo que cambiaba de planes todo el tiempo, que se iba a vivir a Montevideo, que no. Pero lo mío era distinto: yo sí tengo todo a mi nombre, mantengo a mi hijo y pensaba: "Mirá si es otro embarazo de riesgo". Cuando tomé la decisión, pensé: "Bueno, lo hago y tá". Encima él ya estaba saliendo con otra chica y decía que estaba re enamorado. Pero no.
—¿Y por qué creés que presentó el amparo para impedir que abortaras?
—Él tenía un padre que tenía mil hijos perdidos por ahí y, de repente, se le puso en la cabeza que no quería ser como su padre. Yo creo que él se obsesionó con la idea de arruinarme la vida, pero en verdad no quería ser padre. Y resulta que porque cambió de idea, yo tenía que estar obligada a tenerlo.

Decía antes que se trata de un caso de violencia extrema, de parte del estado, en contra de una mujer y por ser mujer (a ningún hombre se le puede obligar a gestar); y en resguardo de los valores patriarcales. Quisiera resumir por tanto las ideas que en este caso sostienen esa idea:
-          La orden de “no abortar” la emita una jueza (violencia del estado, legal pero cuestionable en su legitimidad).
-          Contra una mujer que ha tomado una decisión y tiene el derecho legal de realizarla.
-          Defendiendo el deseo (también cuestionable) de un hombre, sobre quien hay dudas de que pueda cumplir la responsabilidad que “desea” asumir.
Sólo falta una consideración: ¿Por qué es violencia extrema? Porque la maternidad es un rol o una relación que afectará drásticamente toda la vida de esta mujer (y del embrión), así como la del hijo que ya tiene Mercedes, obligándola a relacionarse con el padre del embrión.  Imponiendo, además, obligaciones que ella ya rechazó y que, por tanto, se podría dudar que incorpore y que le permitan desarrollarse plenamente, según sus deseos y planes.  Es decir, se estaría limitando (toda la vida) su autonomía.

Otros elementos sobre el caso:

http://www.infobae.com/america/america-latina/2017/03/02/la-mujer-a-la-que-la-justicia-uruguaya-obligo-a-mantener-su-embarazo-tuvo-un-aborto-espontaneo/

http://www.infobae.com/america/america-latina/2017/02/28/el-fallo-que-impidio-un-aborto-divide-a-uruguay-los-magistrados-lo-apoyan-y-15-asociaciones-lo-tildan-de-abuso-de-autoridad/





[1] Quiero decir con esta expresión “violencia injusta del estado” que hay casos en que la violencia del estado (en tanto definido como “monopolio de la violencia”) se aplica “justamente”, es decir, cuando se obliga a alguien a vivir en prisión, como consecuencia legal y justa de sus actos; mientras en estos casos la violencia se ejerce injustamente.
[2] Subrayado del autor.
[3] Subrayado del autor.