miércoles, 31 de diciembre de 2014

-¡No le den la pistola a la nena! -Pero es rosada. - ¡Ah bueno!

El avance no está en que hoy nos vendan armas de juguete "para niña" (rosadas y de tamaño sustancialmente menor a las "de niño" naturalmente). El avance estará el dia en que -arma- y -juguete- no quepan en una sola oración.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Indignación

Voy caminando al banco. Voy a ese lugar a sacar dinero que me falta y lo daré porque no tengo. Con la pena en la mente, voy viendo el pavimento como quien va pensando tanto que realmente debe ver el suelo para no caerse.
Pensando en mis relajos, varios hombres me pasaron haciendo una señal de su propio concepto de halago; silbidos y otra cantidad de sonidos que realmente no sabría cómo escribirlos. La cotidianidad lo desensibiliza a una de esas cosas y no lo digo como que fuera la mejor defensa que he desarrollado.
Pero hoy algo sucedió distinto. Algo que pasa muchísimo, pero que hoy me pasó a mi. En mi camino a la sucursal bancaria, un hombre iba caminando de lo más tranquilo y venía en dirección contraria hacia mi. Se empieza (con una naturalidad que el/la lector/a deberá de imaginar) a bajar la bragueta de su pantalón, se saca el pene, se lo agarra, me mira y me tira un beso mientras intentó pasar a la par de mi. Digo intentó porque cuando me di cuenta de la situación me cruzo inmediatamente la calle escapando de una de las mayores faltas de respeto que he experimentado en mi vida.
Indignada. Indignada es la palabra, el adjetivo que mejor describirá mi estado de ese momento y con el que sigo escribiendo esta nota.
Como la vida no se va a detener por los sentimientos que una pueda tener, tenía que llegar al banco. Hago la transacción con ganas de llorar. Supe que el cajero bancario quiso de alguna forma preguntarme qué me pasaba, pero la cola era larga y eso no es parte de su trabajo. Fue, quizás, el único acto de solidaridad que jamás hubiera podido encontrar ante semejante acoso hacia mi persona.
Regreso al trabajo y le cuento a mis compañeros lo sucedido y fue la única descarga emocional que pude tener ya que la vida seguía sin detenerse y tenía que seguir trabajando. Un amigo me dice que tenía el ojo rojo y la cabeza me dolía. Me había enojado tanto y no había podido decirle al sujeto en cuestión lo que pensaba de él.
Honestamente, me importaría más un plasta de mierda seca que si este sujeto padece de alguna enfermedad mental o derivados, ya que realmente si él está enfermo es el mismísimo resultado de todo un proceso de depravación y represión sexual del cual muchas personas somos víctimas y que está tan normalizado que cualquier pendejo se siente con el derecho de enseñarle sus genitales a una chica que le parezca atractiva.
Me da asco, me enoja, me frusta y me repugna estas actitudes que si bien trato de entenderlas por mi propia salud mental, tengo harto derecho de enojarme y denunciarlo por este medio. La vida seguirá sin detenerse, claro, afortunadamente.