lunes, 9 de marzo de 2015

¿Feliz 8 de marzo?


¿Tonto el que no entienda?



Tonto el que no entienda:
cuenta una leyenda
que una hembra gitana
conjuró a la luna hasta el amanecer.
Llorando pedía
al llegar el día
desposar un calé[1].

“Tendrás a tu hombre piel morena
-desde el cielo habló la luna llena-
pero a cambio quiero
el hijo primero
que le engendres a él,
que quien su hijo inmola
para no estar sola,
poco le iba a querer.”

Luna quieres ser madre
y no encuentras querer
que te haga mujer.
Dime luna de plata
qué pretendes hacer
con un niño de piel.
Hijo de la luna.

De padre canela nació un niño
blanco como el lomo de un armiño,[2]
con los ojos grises
en vez de aceituna; niño albino de luna.
“¡Maldita su estampa!
Este hijo es de un payo[3]
y yo no me lo callo.”

Gitano al creerse deshonrado
se fue a su mujer cuchillo en mano
“¿De quién es el hijo?
Me has engañao fijo.”
Y de muerte la hirió.
Luego se hizo al monte
con el niño en brazos
y allí le abandonó.

Luna quieres ser madre
y no encuentras querer
que te haga mujer.
Dime luna de plata
qué pretendes hacer
con un niño de piel.
Hijo de la luna.
Y las noches que haya luna llena
será porque el niño esté de buenas;
y si el niño llora menguará la luna
para hacerle una cuna.
Y si el niño llora menguará la luna
para hacerle una cuna.

Casi con tristeza empiezo este análisis desde la perspectiva feminista al terminar el curso[4].  Quisiera empezar por compartirles que la canción me parece una historia muy bonita, en la que –como hacen las leyendas y los mitos–se nos explica un fenómeno natural y se nos cuenta una historia romántica y moral; la forma de esta canción me ha gustado mucho desde que la escuché allá en los noventas (aunque es de 1987, no creo haberla disfrutado por entonces).  El ritmo y la melodía compuestas por Nacho Cano y la dulce voz de Ana Torroja dieron a esta canción una forma bella (¿o sublime, Kant?), lo mismo me parece la versión de Sara Brightman (en el CD La Luna, del año 2000), una forma hermosa.  Mis vínculos afectivos con la pieza musical en cuestión se hicieron más fuertes al escucharla junto con Gabriel (el mayor de mis hijos) cuando él rondaba los seis años.  No sólo la escuchábamos, también la cantamos juntos algunas veces (principalmente la versión a ritmo de huapango que publicó Ana Torroja en el disco “Me cuesta tanto olvidarte”, de 2006).  Decía pues que, casi con tristeza me he decidido a revisar qué dice esta canción, a sabiendas que no volveré a escucharla igual… me propongo un análisis para mostrar lo que hay detrás de la forma bella y sospecho que algunas cosas no me gustarán. Espero que al leer esto logremos reconocer, en esta y en otras formas bellas, los mensajes que subyaciendo así, escondidos en la belleza, incorporamos sin darnos cuenta y de los que tomar conciencia es necesario para hacer de este mundo, uno mejor.

La historia es simple, no voy a repetirla si ya he transcrito su letra, pero veamos un pequeño análisis de los personajes y sus características, claro, desde la mirada pro feminista[5] que puedo asumir.





Un hijo: podemos empezar con él pues su participación en la historia es meramente pasiva, sin embargo, el título de la obra le reconoce como central.  Veamos un poco lo que se dice de él: ¡es hijo de la luna! Habrá que reconocer que sólo es posible afirmar esto desde la posición que propone que “madre no es la que engendra, sino la que cría”.  También se dice de él que “fue abandonado”, resalto de nuevo su pasividad en el relato, y noto además que abandonarlo es -en mucho -despreciarlo como persona.  Es el padre quien le abandona y eso lo analizo más adelante.  Por lo demás, el hijo, me parece un símbolo de la niñez en general (es un hijo/niño) que resulta pasiva ante el mundo adultocéntrico, y despreciada como niñez aspira llegar a la adultez para poder ser protagonista de su propia vida y del mundo/sociedad[6]; este imaginario implica que tampoco la juventud sea valorada como protagonista –incluso se considera una característica del ser joven la irresponsabilidad –sino sólo los adultos maduros.  A propósito del género: hijo/niño-varón.  No me parece que pueda obviarse que se hable de un varón, pero no voy a profundizar en el tema pues me parece que es uno de los más claros: en los patriarcados se prefieren los hijos varones y se desprecian las hijas mujeres  por razones que refuerzan el patriarcado.

La luna: resulta que la “lámpara nocturna[7]” es la antagonista en esta historia.  Con todo y su belleza, su deseo (muy fuerte) de ser madre y otros encantos de la luna –tal como suele aparecer en los relatos románticos (¿para mujeres?), y no en los libros de astronomía y otras ciencias (¿para hombres?) –aquí resulta que, al escarbar un poco en la historia y reconocer las características del personaje, es una “egoísta”, por un lado, porque pretende ser madre (como el ideal patriarcal de mujer) aún a cuenta de separar a la mamá (biológica) del hijo (humano).  Así entiendo el reclamo: “¿qué pretendes hacer con un niño de piel?”.

El ideal patriarcal de mujer representado por la luna lo podemos encontrar dibujado en otro verso, muy fuerte simbólicamente: “que no encuentras querer que te haga mujer…”.  Este verso muestra que en el dominante imaginario patriarcal una niña llega a ser mujer cuando cumple una de dos condiciones (al menos una) ser amante –se entiende tener relaciones sexuales –y ser madre.  Estas funciones sociales de la mujer (roles) resultan en dos imaginarios contrapuestos: la mujer sexuada, peligrosa porque disfruta su sexualidad y la comparte (la amante) y la mujer abnegada y amorosa, que expresa sus afectos con ternura, nunca con pasión (la madre).  En la canción aparecen ambas: por un lado la luna/mujer que quiere ser madre y la hembra gitana que desea ser amada; al aparecer así, nos muestran que estos deseos son (supuestamente) incompatibles en la mujer: debe escoger entre ser madre y ser amante, porque no podrá cumplir con los dos roles.  La sociedad patriarcal las orienta a resolver este dilema eligiendo la maternidad.

El rol de la maternidad, puede ser un legítimo deseo… recuérdese que ese legítimo deseo individual sólo puede ser legítimo porque ha sido legitimado.  Explico el trabalenguas: la luna/mujer en verdad tiene deseos auténticos de ser madre, pero esto no puede considerarse, en este momento de la historia –en este momento de la evolución natural y social humana –un “instinto maternal” o un “deseo natural”, ni un “llamado de la naturaleza”, sino una construcción social.  Es decir, ser mamá ya no es “natural” sino “cultural”.  Esta comprensión es al menos la que tengo luego de revisar que de nuestra vida, todas las funciones “naturales” han sido “culturizadas”; por fortuna en algunos casos, por desgracia en otros[8].  Quizá la cuestión no sea si se han culturizado o no, puesto que culturizar nuestras funciones, instintos y demás es precisamente lo que nos permite vivir en sociedad (o en comunidad), tal vez lo importante de reflexionar y transformar es en qué medida esa cultura permite hoy que las personas seamos quienes modelemos (personal/individualmente) el sistema social en que vivimos; y no resulte que tengamos que “adaptarnos” al sistema/modelo en que nacimos, que tengamos que “actuar” un guión prescrito socialmente.  En el tema de la maternidad, eso significa que no se “inspire” a las mujeres que la maternidad es el más bello rol, el único modo de ser mujeres plenas, que se les permita, enseñe y motive a decidir sobre su maternidad.

En función de cumplir el rol de la maternidad, la luna/mujer ha buscado “un querer”[9].  Es decir, para la luna/mujer lo importante no es el hombre-amante-pareja-proveedor, sino el niño, y aún más: no importa tanto el niño, sino su maternidad;[10] por ello, uso la palabra niño, y no la palabra hijo.  La luna/mujer ha puesto el sentido de su existencia en ser madre, siguiendo este argumento que se enseña a las mujeres en nuestra sociedad: ser ella es ser mujer, ser mujer es ser madre, entonces, ser ella es ser madre.  Ya no la llamaré luna/mujer, sino luna/madre. 

Al no encontrar hombre-amante-proveedor, la luna/madre se propone aprovechar sus “poderes divinos”.  Vale decir que como la luna/madre está buscando un deseo más legítimo que la hembra gitana (mujer/amante), pues ser madre es más legítimo en el sistema patriarcal que ser amante, la interpretación –que sospecho general –de la canción pinta como “mala” a la hembra gitana y de “buena” a la luna/mujer-madre.  Quisiera repasar el siguiente verso, porque me parece que es el que orienta el análisis que propongo: “que quien su hijo inmola para no estar sola, poco le iba a querer”.  Así que la narradora señala a la gitana/amante por “inmolar” a su hijo, pero olvida que quien exige la inmolación es la luna/madre (“desde el cielo habló la luna llena: <<pero a cambio quiero el hijo primero que le engendres a él>>”). La luna/madre, si acaso no es más responsable, al menos será igualmente responsable.

La doble visión que se muestra de la mujer, la dicotómica visión, las muestra como si la luna/madre fuera celestial y poderosa (divina) y la gitana/amante como inmoral/desamorada, porque se desprende de su hijo.[11]  Vemos, pues, cómo la Luna aparece como buena, aunque obra “tan mal” como la Gitana, o peor.

Un último aspecto de este personaje me permito analizar: la luna/madre es dependiente del niño: “Dime luna de plata qué pretendes hacer con un niño de piel.” La pregunta de la narradora muestra una dificultad para entender que la Luna pueda ser madre de “un niño de piel”.  Más allá de la interpretación literal de esta dificultad, me parece que la pregunta es por qué una madre puede atender a un hijo/niño que no es suyo; y la respuesta en nuestra sociedad es que las mujeres (al contrario de los hombres) pueden amar con facilidad, pero pueden amar “más” desde el rol de la maternidad.  Así pues, si la Luna pudiera responder, probablemente diría que va a “amarlo”.  Pero ojo, ese “amor de madre” que todo lo puede, lo perdona, lo acepta incondicionalmente (etc.) es un argumento que en nuestra sociedad provoca y justifica abusos y dependencias que afectan, principalmente, a las mujeres al mantener un sistema que las explota, incluso en el amor.  Así pues, el “tamaño” de la luna/madre depende del humor del niño, aún si el niño crece, la luna/madre seguirá atendiendo a sus demandas.

Una hembra gitana: podría argumentarse que es “una expresión”, quizá poética, pero el uso de la palabra “hembra” evoca una comprensión del componente biológico como de mayor importancia; según mi análisis esto acerca a la gitana a la naturaleza, alejándola del resplandor de divinidad que tiene la luna/madre, muy cerca de la división “primitiva” (o salvaje) versus “civilizada e ilustrada”, se introduce así la dicotomía buena/mala.  Por su puesto, la referencia a su etnia no puede considerarse tampoco mera poesía, pues pesa sobre el pueblo gitano una serie de prejuicios negativos que le asocia con la brujería y otras “malas costumbres”.  En la canción queda claro que la Gitana “conjuró a la luna”, es decir, practica la magia o hechicería (o alguna otra ciencia oculta) que evoca más bien un poder oscuro o tenebroso: “malo”.  En contraposición, la luna/madre tiene poderes divinos/celestiales, es decir “buenos”.

Me atrevo a decir que la división étnica y la asociación por un lado de la gitana con lo natural-primitivo y por el otro de la Luna con lo divino, podrían ser suficientes para que alguien asocie a la gitana con las “clases populares” y a la luna con la “realeza”, “nobleza” o “burguesía”.  Y esto me resulta fácil de comprender también, pues en general las clases étnicas, de clase y de género, no pueden desprenderse; son una red, un sistema de relaciones que se ha instalado y reproducido en las sociedades patriarcales casi siempre como un todo.

Retomaré el hilo anterior de la cuestión madre–amante, para decir que la hembra está asociada al rol de amante, precisamente para esta asociación se le ha mostrado como hembra, muy cercana a la naturaleza, a lo instintivo (claro que aquí no se refiere al instinto materno, sino al sexual), no es, pues, mujer/amante sino hembra/amante

Y finalmente, repasemos/repensemos este verso: el hijo primero que le engendres a él.  Las palabras de la luna/madre nos muestran otra realidad de la maternidad, que los hijos de las mujeres son para los hombres.  En este caso puedo entender que se trata de tener hijos para la sociedad, para el hombre-humanidad, que requiere mano de obra, que exige herederos y demás “recursos humanos”.  Vuelvo a cuestionar entonces la comprensión de la maternidad, no sólo en tanto a la decisión de la mujer de cuándo ser madre, sino también en tanto al cómo serlo: qué enseñar y cómo enseñarlo a sus hijos, adaptarles al sistema o desadaptarles del mismo para transformarlo, por ejemplo.  La sociedad expresa con mucha claridad la función social de la familia (incorporar a los hijos e hijas al sistema) y declara a la madre como principal responsable “del hogar”, responsabilizándola, por ejemplo porque al no estar en casa “descuida” a los hijos y las hijas, como si esa función fuera exclusiva de la madre, y como si “salir a trabajar” fuera una opción y no una imposición de determinadas circunstancias.  ¿Debe, entonces, la hembra gitana “engendrarle” un hijo a su calé? ¿las mujeres dan hijos a los hombres (o a la sociedad)?





Un calé: el único hombre de la historia (porque el niño “todavía” no es hombre y el payo es sólo imaginado) aparece en ella como un reflejo bastante claro del macho, del hombre patriarcal.  La canción nada refiere sobre sus sentimientos hacia la hembra gitana, en la sociedad patriarcal los sentimientos del hombre no son importantes, es más: no deben existir.  El hombre/macho es un ser racional, no es emotivo, es calculador. 

Ese hombre/macho “sabe defenderse”: es violento cuando es necesario; entiéndase cuando ve en peligro su poder, cuando es posible que no se cumpla su voluntad o que se vea reducida o “manchada” su imagen.  Valores como el honor (de él) o la justicia (para con él), la fidelidad (hacia él) etc. deben ser defendidos por cualquier medio, así lo muestra la canción: por amor, conveniencia, placer o por obra y gracia de la luna/madre el hombre/macho se une a la mujer/amante, pero de su unión (por obra de la luna/madre) resulta un niño que no se parece a él y el “gitano al creerse deshonrado se fue a su mujer cuchillo en mano”, la acusa: “este hijo es de un payo” ”, la juzga:  “me has engañado fijo”, y condena: “y de muerte la hirió”.  Este proceso tan sumario e injusto, que no le permite a ella ni la mínima defensa, se basa en un solo pensamiento: “al creerse deshonrado”

¿Tiene, el hombre/macho, razón al creerse deshonrado? Sí, en tanto podemos pensar que un hijo de “otra raza”, tan distinto fenotípicamente a él y a ella, suscitará dudas sobre la paternidad del gitano/macho; ahora bien, ¿esto es una “deshonra”? si bien las dudas son razonables, en este caso el hombre/macho/racional actúa irracionalmente, no busca explicaciones sobre las diferencias en los rasgos de su hijo, sino que las comprende de la única forma que la sociedad le ha enseñado a pensar: sospechando lo peor de la mujer.  La acusa, juzga y mata: ¡es un asesino irracional!

Veamos todavía más, la deshonra consiste -en la fantasía del hombre/macho –en que su pareja le fue infiel con otro hombre, pero a él poco le importa el otro hombre, sólo reconoce como culpable a su pareja, sin pensar –por ejemplo –en que ella pudo ser abusada.  Tal vez sería peor su reacción si pensara en esa posibilidad, pues a la luz de la sociedad patriarcal la violación habría hecho de ella menos mujer, menos persona, mancharía el honor de él y eso sería más grave que las consecuencias en ella.  Debería enfrentar públicamente que provee y protege a favor de un niño que no es suyo (a propósito uso la palabra niño, y no hijo).

Precisamente de esa vergüenza pública se esconde, huye, al abandonar al niño.  ¿Lo mató? No, pero sí.  Es decir, no lo asesinó, pero lo abandonó para que muriera –al menos para él; no interrumpe su vida, pero abandona sus responsabilidades de padre/macho, de proteger y proveer; es decir, niega su paternidad sobre el niño y le abandona, como si lograra reconocer que el niño es inocente y aunque le parece que no merece su amor o su cuidado, tampoco le parece justo asesinarlo.  Evade pues, cualquier responsabilidad: ni lo sacrifica, ni lo protege, sino lo rechaza, lo niega

Entiendo el abandono del niño, también como una forma de “deshacerse” del enemigo.  Por ejemplo, si decidiera entregar al niño a alguien (seguro a una mujer) estaría reconociendo de algún modo la deshonra, la traición.  Debe ocultar lo que ocurrió, porque le parece que lesiona su hombría/machismo.  Podrá librarse de la culpa del asesinato, pero no de la vergüenza de haber sido engañado.  No va a buscar al “payo”, porque eso significaría admitir que el payo existe.

El argumento legitimador de toda esta violencia del hombre/macho, es un valor tan ideal, tan abstracto, como el honor.  No se trata de dignidad, se habla del honor, de su “virilidad”, fue “herido” en su ego, no en su dignidad.  Sin embargo, la sociedad patriarcal legitima su actuar tan irracional, le daría la razón en un proceso legal (juicio) y quedaría exculpado, por haberse sentido traicionado (sin haberlo sido).

La narradora: finalmente, me parece que además de los personajes, hay que reconocer la voz de quién escuchamos para darle al mensaje su contexto y sentido más claros. Si bien la voz de Ana Torroja es la voz narradora, es quien canta la canción, se reconoce en la letra de la canción que es alguien más quien “cuenta la leyenda”.  Así, las leyendas como parte de la tradición oral de una sociedad resultan ser un discurso social.  Quiero decir que es la sociedad quien nos “cuenta la leyenda”.  Quiere darnos un rato de ilusión, una fantasía romántica sobre lo hermosa que es la luna y lo placentero de verle cada noche creciendo o menguando.  La narradora/sociedad quiere decirnos que hay dos tipos de mujer: la madre y la amante, la buena y la mala, María y Eva…
La sociedad nos está dando una lección de moral que indica a las mujeres sus roles, pero que ofrece la mejor parte a los hombres, y es tonto el que no entienda: abandona al fruto de la traición y no muestres tu debilidad, deshazte de quien te traiciona y de cualquier enemigo, al final [de la canción], la luna/madre estará llena si estás de buenas y menguará, se inmolará, si lloras.

Otra narradora: en la primera exposición que hice de este análisis, una compañera compartió su interpretación sobre quién narra[12].  Me hizo entonces perfecto sentido: la narradora sería la hembra gitana, que denuncia su injusto asesinato, pero no sólo el acto final que la llevó a la muerte, sino denuncia –con esta leyenda/canción –las injusticias del sistema, no sólo contra la mujer sino contra la humanidad como conjunto (las mujeres asesinadas, la niñez abandonada, las mujeres a quienes se les controla la sexualidad para la maternidad, los hombres cuyos sentimientos se niegan, cuyo actuar se violentiza).
Comparto esta interpretación, por ello en esa segunda publicación la he añadido, porque además de ampliar la reflexión, hace de la narradora no un agente de control sino una acción de denuncia, alivia el temor inicial de encontrarme con aspectos meramente negativos, y ayuda a reconocer que si estas reflexiones son posibles es que estamos haciendo un mundo mejor.




[1] “calé: adj. m. gitano, de raza calé”.  http://www.wordreference.com/definicion/cal%C3%A9
[2] “armiño m. Mamífero del orden de los Carnívoros, de unos 25 cm de largo, sin contar la cola que tiene ocho, poco más o menos; de piel muy suave y delicada, parda en verano y blanquísima en invierno, exceptuada la punta de la cola, que es siempre negra”. http://www.wordreference.com/es/en/frames.asp?es=armi%C3%B1o
[3] “payo: m. Campesino ignorante y rudo. Entre los gitanos, quien no pertenece a su raza.” http://www.wordreference.com/es/en/frames.asp?es=payo
[4] Me refiero al curso impartido por Gabriela Miranda, con apoyo de Mujeres Ixchel y la Fundación Friedrich Ebert Stiftung desarrollado de mayo a agosto de 2012, en Guatemala.
[5] No pretendo llamarme feminista, he optado por dejar esta reivindicación a las mujeres; en cambio, me parece más prudente reconocer que su lucha es tanto legítima como necesaria y que puedo contribuir a ella, pero que no puedo “tomar su lugar” por el hecho de no ser mujer y no haber vivido el mundo (y no poder hacerlo) como tal.  Por tanto, me identifico como pro feminista.
[6] Resulta que en sobremesa familiar, comentó casi como queja, una abuela de estos tiempos, que su nieta de tres años “escoge la ropa que se quiere poner” y agrega: “antes uno decidía y los vestía bien bonitos…” Se implica, pues, que ahora no se visten “bonito”.  Muestra este comentario que la niñez tiene ahora algunos espacios de decisión que “antes” no tenía, lo que no quiere decir que el mundo deje de ser adultocéntrico, pero muestra cómo se ha limitado a la niñez, valen estas preguntas ¿hasta qué edad se vestía/viste a la niñez? ¿en qué materias, ocasiones y entre qué opciones puede decidir? ¿y la juventud?
[7] Uso esta expresión para señalar que la luna se comprende como “mujer” por oposición (y no por complemento) al sol; él más poderoso, tiene luz propia, ella sólo brilla por la luz que él tiene.  Podemos ver la belleza de ella, pero a él no podemos verle directamente “por su poder” (como a Yahvé); etc.
[8] Otros ejemplos: comemos “tres veces al día” (o eso recomiendan a quienes podemos hacerlo) con cubiertos, evitamos “pedorrearnos” en público o tratamos de disimularlo, también se recomienda evitar ver a otras personas orinando, cortamos nuestro pelo según patrones estéticos culturales, interrumpimos o provocamos el sueño en función de ritmos sociales y no naturales. El deseo sexual y el sexo como tal, están cargados de simbolismos culturales; lo mismo una mirada o una sonrisa…
[9] Aprovecho a comentar una línea de análisis que no pude desarrollar en este trabajo: es posible entender que la luna se “aparee” con el sol, pero, puede ser que el amor entre ella y él sea prohibido: porque el sol es el padre de la luna (es quien le da la luz y el poder que tiene).  La idea puede parecer una interpretación exagerada, sin embargo, dado el falocentrismo del patriarcado y la consideración bastante común del sol como dios de mayor importancia que la luna, me parece –al menos –una interpretación posible.
[10] Véase de nuevo la pasividad del hijo/niño, no resulta importante en la historia sino por el deseo que la luna/mujer tiene de ser madre.
[11] En una sobremesa familiar se tachó de “desnaturalizada” a una mujer/mamá, porque cuando supo que su hijo fue cambiado en el hospital de maternidad del seguro social y que debía entregar al hijo que crió por dos años y recibir a su hijo biológico, aceptó la entrega (por orden del juez) pero se negó inicialmente a recibir a “su” niño.  Personalmente considero que la sobremesa al aparentemente preocuparse por el niño, “inmola” a la madre, prohibiéndole cualquier rechazo que si bien puede ser un rechazo al niño, también podría ser un rechazo a la situación; supongo que por lo menos, la situación debió provocarle mucha cólera y la separación una tristeza (mejor llamada duelo), ambas emociones podrían ser tan fuertes que la persona puede optar por disminuir sus ansiedades evitando (distanciando) una nueva relación.
[12] Por este aporte, que salvó la canción, quisiera dejar patente –también aquí –mi agradecimiento a Carolina Contreras.

¿En qué campo se aplica la Teoría de Género?


Recientemente tuve oportunidad de ver una transcripción literal de un acta de consejo directivo de la Escuela de Ciencias Psicológicas.  En ella –en la copia –el secretario del consejo informaba a un grupo de estudiantes sobre las decisiones tomadas por el consejo respecto a diversas solicitudes que ellos y ellas plantearon, principalmente la resolución del consejo atendía la solicitud de dispensa a una normativa que les impedía asignarse el curso “Módulo Integrativo Aplicado VII” es decir, la Práctica y los cursos electivos por área (correspondientes al noveno semestre).  De dicho documento varios son los puntos que merecen un análisis no sólo profundo, sino con diferentes miradas.  Yo he elegido uno que, si bien no está directamente relacionado con las problemáticas planteadas y lo está poco con las soluciones esbozadas, me parece que puede ayudarnos ver y reflexionar sobre la comprensión que tenemos de la psicología, de sus campos y del “nuevo” (a estas alturas no sé si llamarle nuevo) diseño curricular.
El consejo directivo propone que la asignación de los cursos electivos esté sujeta que estén pendientes más de dos cursos y que no corresponda(n) a los que serían “contenidos específicos del área”.  Así, para los electivos de psicología industrial se considera requisito el curso Fundamentos de Administración; para el área clínica el curso Sistemas de Psicoterapia; para la educativa el curso Psicopedagogía; y para el área social Etnopsicología y Psicología de Género.
Este es el punto que despertó en mí una reflexión que quiero compartir.  ¿La teoría de género (quisiera decir el feminismo, pero me parece que actualmente el curso se plantea desde la teoría de género y no desde el feminismo) es una teoría cuya aplicación es exclusiva de la psicología social y escapa a los demás campos de la psicología? ¡Por supuesto que no!  Bueno, tal parece que el supuesto del Consejo Directivo es que sí.  Pero se le escapa al Consejo Directivo, y no es un señalamiento a las personas, sino a la institución como tal, aclaro, quiero proponer una reflexión a la Escuela en todos los niveles.  Olvida –ojalá no se trata de desconocimiento –el Consejo que la teoría de género ha sido una de las herramientas más útiles para la comprensión de fenómenos tales como la violencia intrafamiliar, tantas veces atendida a nivel individual y grupal desde la perspectiva de la psicología clínica, no digamos de la violencia de género, igualmente atendida.  Olvida el Consejo –sigo suponiendo que es olvido –que la teoría de género permite, por ejemplo, el diseño de protocolos de atención a víctimas de extorsión (no hablo de violencia de género) por parte del ministerio público con pertinencia cultural y de género, herramienta propia de la psicología clínica.  Escapa a los criterios del Consejo al tomar esta decisión, que el ministerio de educación tiene una dependencia que se dedica a promover la inclusión de género en todas las actividades que promueve, desde los libros de texto, la educación integral en sexualidad, las escuelas para padres y madres, etc. y que por tanto, la teoría de género es un contenido específico requerido por el campo de la psicología educativa.  Se le escapa también que el proceso educativo es el principal medio por el cual se construyen y legitiman los patrones en que nos relacionamos hombres y mujeres, y por tanto dicho proceso debe ser estudiado también con el enfoque de género (insisto, ojalá fuera con la mirada feminista) a fin de lograr deconstruir los patrones de opresión para mejorar la condición generada por el sistema patriarcal.  Deja de ver el Consejo, o al menos al pronunciarse así da la apariencia de no reconocer, que una psicología industrial (quisiera decir psicología del trabajo, pero en la Escuela el campo se ha desarrollado desde la perspectiva industrial) que olvide las inequidades de género, o peor, que las fomente no podrá desarrollar el potencial humano para lograr su plena realización.
Quiero decir, pues, que al estimar los contenidos de un curso como Psicología de Género como requisitos exclusivos de la psicología social, el Consejo y toda aquella persona que así los considere, demuestra lo poco que la teoría de género ha logrado permear en nuestra comprensión de la psicología, muestra cuán aislados vemos los campos de aplicación de esta ciencia y deja ver también, cuánto nos falta para integrarnos, no sólo como ciencia, aún más en esfuerzos interdiscplinarios y transdisciplinarios.