lunes, 2 de enero de 2017

Dolores de Crecimiento

Cuando era pequeña, y me dolían los huesos, mi mamá me decía que era porque iba a crecer. Generalmente el dolor ocurría en las piernas, a veces, era muy intenso, debía recostarme porque sentía no poder caminar, y, lloraba mucho.

El dolor, en realidad ocurre en los músculos -los huesos, antes de serlo, son placas cartilaginosas que en la medida que se van mineralizando se van transformando en eso, huesos. Aún sabiéndolo, me sigue haciendo sentido que fueran los huesos, porque dolía demasiado. Los llamados dolores de crecimiento ocurren con normalidad en la infancia, sin embargo, conforme la vida ha ido transcurriendo, me he encontrado con otros dolores que bien sé, no son ni los músculos ni los huesos, pero también me han hecho llorar y sentir que no puedo caminar.

Cuando niña el dolor se aliviaba con caricias, masajes y palabras de mi mamá diciendo que ya iba a pasar y que estaba creciendo; si el dolor era muy fuerte, me daba medicamentos. Ahora, siendo adulta, encuentro alivio en los momentos conmigo, en pensarme y reconocerme a través de lo que escribo, lo que digo y lo que pinto, sin embargo, en esos momentos de dolor intenso necesito una mano, un hombro, una sonrisa, un abrazo; los medicamentos se traducen a las relaciones en las que me tejo.

Y así, se encuentran las amigas y amigos cercanes dispuestes a hablar de cualquier cosa o de los problemas, a recibirme en su casa, a gritar conmigo, y por supuesto, a abrazar. Como esa amiga a la que llamo cuando siento no poder, llega por mí, me lleva a su casa, me deja dormir en su cama y antes de dormir me abraza diciendo que todo irá bien; me toma de la mano pasándome de sus fuerzas mientras yo recargo las mías. O ese amigo, que responde los mensajes a toda hora, que me abraza mientras lloro sobre su hombro porque sabe, siento desmoronarme, y mientras lo hace, acaricia mi espalda diciendo “el dolor pasa”. Y mi mamá claro, que continua dándome de sus abrazos, diciéndome que estoy creciendo.

Por eso, a quién me diga que crecemos “solos” o exclusivamente de forma individual, le diré que no es cierto. Aún quien se encuentre llorando en la soledad de su cuarto, tiene consigo a las personas con las que ha compartido su vida; palabras, frases, momentos, que guarda y que a la vez le hacen ser. Crecer guarda en sí una dialéctica entre la persona y sus redes; cada persona va tomando sus decisiones, elige acercarse, alejarse, avanzar o parar, pero siempre estará rodeada de otras personas que van decidiendo al lado, no en dependencia, pero si simultaneidad y a veces, en sintonía.

También se decide que guardar, es selectivo, tiene relación con la intensidad afectiva, que a la vez se relaciona con la cercanía e identificación. Hablar de identidad, cercanía y redes, es hablar de comunidad, de allí que el crecer individual se ajuste tan bien en los pensares pues la individualidad es una idea que nos ha vendido el capitalismo, y a su vez la soledad, que evidentemente es una mentira. Reconocer que crecemos con otres, es reconocer que se pueden construir relaciones y alianzas, que mueven muchos más que lo individual.   

Regresando a mis recuerdos, mi mamá también hablaba de los estirones, esos en los que de pronto creciste tanto que es obvio. En los últimos días, el dolor ha sido tan fuerte que seguro estoy creciendo mucho, y pronto veré el estirón. Mientras tanto, recurro a mis medicinas, esas personas que me abrazan diciendo que el dolor ya pasará. Sé también que nadie estará para siempre, pero ese es el sentido de construir, dejar ir lo que ya no está en sintonía y conservar lo sí que está, cuidarlo y disfrutarlo mientras este. Y saber que hay estares muy largos. 

Y claro que crecer lleva consigo dolor, pero no lo es todo, hay amor… amor de crecimiento.  


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