miércoles, 20 de mayo de 2015

Peligro patriarcal a Q300.00 la hora

Publico siguiendo la sugerencia de mi catedrática del curso de género ...

“Cabe afirmar que la libido es de esencia masculina de una manera constante y regular, ya aparezca en el hombre, ya aparezca en la mujer(…)” (Freud, 1905). En contraste a este postulado freudiano, digo: Cabe afirmar que el psicoanálisis freudiano es de esencia masculina de una manera constante y regular, ya se aplique a un hombre, ya se aplique a una mujer…
La ciencia validando y respaldando al sistema patriarcal; nada nuevo, nada sorprendente. Ciertamente doloroso y hasta cierto punto vergonzoso si esa ciencia de la que hablamos es aquella que tan noblemente se ha acomodado en el imaginario social como una “al servicio de la salud mental”. Más aún para quienes consideramos a la Psicología, no una Ciencia Médica sino una Ciencia Social. Esta incómoda verdad es nombrada, descrita y criticada por Christiane Olivier en su obra “Los hijos de Yocasta”. En los inicios de dicho texto, la autora hace una referencia a cómo en la tragedia “Edipo Rey” que Freud utiliza para explicar el desarrollo de las estructuras de la personalidad, se invisibiliza a su protagonista femenina. Ello a tal grado que habiendo leído (muy someramente) dicha tragedia años atrás, no vinculé el nombre Yocasta de forma inmediata con ella, caso contrario a Edipo.

Hablar de psicología es inevitablemente, en algún momento, hablar de Psicoanálisis. Aquella teoría que en pleno siglo XX fue polémica, revolucionaria y hasta ofensiva; aquella que años después, en pleno siglo XI es tan venerada como criticada. Sea como sea, el surgimiento de la teoría psicosexual que plantea Sigmund Freud es un hito en la historia de la Psicología. No representa nada menos que el descubrimiento del inconsciente. Hoy no imaginamos al ser humano sin esa oscura e intricada dimensión. Se habla pues de  S. Freud como “el padre del psicoanálisis” y es a partir de esta expresión coloquial que Olivier apunta ¡Claro! Nacido en una coyuntura de lujo para el sistema patriarca, el psicoanálisis tiene un padre,  no una madre. Está construido desde esa visión masculina. Visión masculina de lo masculino y de lo femenino. Habiendo apuntado  esto, desmenuzar al psicoanálisis y hacer un análisis de elementos patriarcales en él se hace necesario.

Me llama de sobremanera la atención cuando Olivier (1987) menciona que el psicoanálisis explica el inconsciente desde el de su creador y no es este más que el inconsciente de un pequeño burgués europeo en 1880. De ello rescato que más allá del machismo impreso en muchísimos de los constructos psicoanalistas, también la teoría misma se ve marcada por, como mencioné antes, una coyuntura; un tiempo y un espacio con características puntuales. Sabiendo que la subjetividad de cada persona se ve permeada por su contexto, así se trasladará este contexto a sus producciones; literarias, artístico visuales, académicas, etc.
Cabe recalcar que la historia de Freud persona, no Freud –padre del psicoanálisis- Está llena de altibajos. Altibajos inevitablemente plasmados en su teoría.
Volviendo al “inconsciente pequeñoburgues de S. Freud”, es aquí en donde me planteo la pregunta ¿Fue Freud una víctima del sistema? ¿Es Freud un victimario del sistema? Creo que las respuestas son sí y sí. Freud víctima se traduce a una visión limitada de las posibilidades de participación de las mujeres en los espacios públicos (un brillante trabajo realizado por las instituciones sociales escuela e iglesia), tradiciones culturales que le llevaron a conclusiones erróneas, tales como la poca capacidad de elaboración oral lógica y coherente por parte de las mujeres, en una sociedad en la que desde el nacimiento a las mujeres se les enseñaba a escuchar, no a hablar, una fuerte influencia eclesiástica en la represión de la sexualidad, etc.  Freud como victimario se traduce a: un investigador al servicio del sistema capitalista que es uno con el sistema patriarcal, un perpetuador de los modelos imperantes de relaciones de género a partir de la teorización y por ello normalización de las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, un referente teórico trascendental en esta profesión que explica y justifica la opresión a las mujeres desde procesos inconscientes inamovibles, entre otros aspectos.

Citando a Ollivier: “ …como Eva sale de la costilla de Adán la sexualidad femenina sale de la libido masculina”. No es difícil (sólo es incómodo) notar que históricamente todo lo “femenino”  se ha subordinado a lo masculino. Las mujeres están, en todas sus dimensiones, al servicio de los hombres. Están en todas sus dimensiones para dar placer a los hombres. En la iglesia, en el estado, en la familia. Por dar placer me refiero, nuevamente, a esa connotación de servicio que acompaña a las mujeres en todo lo que hacen o –deberían hacer-. Por placer puedo referirme también a ese aspecto de la vida en el que los hombres tienen los derechos reservados. Ollivier (1980) menciona cómo el clítoris es no casualmente invisibilizado y se instituye que el placer erótico para una mujer sólo puede llegar a través de la estimulación vaginal; de la penetración. Menciona también que Freud describe al clítoris como masculino y la vagina como femenina. De esto pueden señalarse elementos androcéntricos como que la vinculación clítoris- masculinidad puede surgir a partir de que son los hombres quienes tienen un sacrosanto derecho de vincular su sexualidad al placer, mientras la vagina es femenina porque le es útil a los hombres. (las mujeres son útiles a los hombres), así como que la fuente de placer para las mujeres es externa, es falocéntrica. No me es inverosímil imaginar en una vitrina el título “La supremacía del pene” por S. Freud. Y es que el psicoanálisis sin temor incluye en su teoría conceptos como penisneid (envidia del pene) o renuncia al clítoris. Dr. Freud sírvase perdonar a esta histérica pero ¡ni renuncio a mi clítoris ni envidio su falo! En este sentido, en “Los hijos de Yocasta” hay un fenómeno que no puedo dejar de señalar: la autora critica a Freud su insistencia en la comparación entre lo femenino y lo masculino, con el fin de aseverar la superioridad de los hombres diciendo que existe envidia sobre aquello que es innegablemente masculino. Mientras, cita a Irigaray, quien propone que todo lo dicho respecto a la envidia del pene no es más que una proyección de Freud respecto a “la envidia del seno”. Este postulado se rige exactamente por la misma lógica comparativa y competitiva que a Freud se le critica. Personalmente, hablando de la relación psíquica masculina con los senos me oriento más al término añoranza, que envidia. Porque ¿Quién no añora ese vínculo nutricio que comparte con su madre a través de sus senos? Pero hablar de –envidia- querer lo que no se tiene; sentirse inferior por no tenerlo, es volver a lo mismo, a comparar en lugar de reconocer en qué se difiere. Para fundamentar esa inversión de papeles tanto Olivier como Irigaray  se refieren al arte y la literatura. De nuevo, no puedo evitar emitir una opinión que se aleja un tanto de lo postulado por las autoras. Creo que la presencia de los cuerpos femeninos en el arte va más allá de la “envidia” del seno de los escultores, poetas y pintores. Si bien hay verdad en ello, no puede obviarse que a lo largo de la historia patriarcal la mujer se ha visto reducida a eso; un cuerpo. Un cuerpo que es un –objeto- para admirar, un cuerpo sexualizado y erotizado un cuerpo que reproduce más cuerpos, o más mentes (si tuviera la mujer la dicha de dar a luz a un hombre), la belleza como uno de los elementos de ese místico “eterno femenino” la coquetería como la devoción a dicho cuerpo… Si el arte pintara a las mujeres como más que madres, amantes o prostitutas, si nos pintara como liderezas, científicas, guerreras, estrategas, etc, nos estaría pintando como iguales a los hombres, comparación no permitida bajo ninguna condición en este sistema. Basta con  indagar un poco en el arte subversivo, en el arte crítico, en el arte femenino; ese arte que no ilustra o poetiza el pensamiento androcéntrico, para refutar el planteamiento sobre la omnipresencia de la sexualidad femenina al servicio de la masculina en él.

Por otro lado, hablando nuevamente de cómo la Ciencia se encarga de dar validez al sistema patriarcal, Freud habla de un “Continente Oscuro” (no “negro”) cuando se refiere a la vida sexual de la mujer adulta.  Si bien Freud utilizó este término para reconocer que la vida sexual de la mujer adulta era para él un territorio desconocido e inexplorado, ha sido tergiversado para que se interprete así: “Sobre la sexualidad femenina se sabe poco porque es muy compleja; las mujeres están locas, son cambiantes e inestables, etc.” Entonces, cuando Olivier (1984) cuestiona a sus compañeros y compañeras analistas diciendo: “no se navega a diario a través del inconsciente de los dos sexos sin extraer algunas conclusiones sobre su modo de funcionamiento y su deseo” yo le digo: ¿y si se navega con las antojeras del psicoanálisis ortodoxo, burgués y patriarcal? ¿qué puede esperarse?

En el texto existen elementos que se contradicen entre sí. Más bien encontré que en una primera parte se critica a Freud y sus postulados androcéntricos, mientras más adelante se tratan de explicar desde el psicoanálisis moderno muchos fenómenos de opresión de género. Más que explicaciones, encuentro justificaciones. Algunas de ellas: “El hombre y la mujer participan de un acuerdo sobre una especie de distribución de papeles y funciones” ¿acuerdo mutuo o imposición dogmática? Respecto a la maternidad, “ella considera su vocación” ¿Vocación o aprendizaje social? “la maternidad paraíso perdido del hombre, que lo atormenta hasta el punto de que quiera ser su dueño y decidir de ella” ¿justificación del tutelaje sobre los cuerpos de las mujeres, satanización del aborto, injerencia del pensamiento de los hombres sobre la maternidad de sus compañeras…? Y respecto a esto me parecería interesantísimo leer un análisis realizado de aquí a 50 años, cuando las condiciones de vida hayan cambiado. Sobre la heteronormatividad, “la homosexualidad masculina es defensiva” ¿herramienta para culpabilizar a las madres? “la misoginia es culpa de las mujeres madres” ¿…?

Resulta enriquecedor agregar al análisis netamente psicológico que el libro presenta, los elementos que Marcela Lagarde (2001) esboza como “claves de autonomía, libertad e igualdad” la historicidad, la humanidad, el tiempo,  la equifonía… pues de no ser así, se corre el peligro de que el discurso cambie pero la práctica no; que se modifique la forma pero no el fondo. Revisar teorías tan arraigadas como el psicoanálisis es en extremo importante, porque salta a la vista que Freud no es sólo teoría, es TERAPIA y si no se le moderniza; es peligro patriarcal a Q300.00 la hora.

Si bien Olivier (1984) desmenuza magistralmente al psicoanálisis y desnuda sus más profundas contradicciones y elementos machistas al servicio del patriarcado, creo que es un texto escrito desde Francia, desde esa Europa tan avanzada en términos de cumplimiento de necesidades, que se puede dar el lujo de dar lugar a un estudio y acción sobre las condiciones sociales y de género de sus poblaciones. Esto se evidencia en momentos en los que la autora alude a la actual libertad de las mujeres sobre su erotismo, sobre la maternidad como decisión, etc. Realidades que no lo son del todo en Latinoamérica, no en Guatemala…
Pero universalmente el mensaje es claro: Yocasta sí forma parte de la historia, como elemento activo, no pasivo como se le considera. Así que las mujeres somos parte de la historia; somos historia, somos elementos activos y visibles.



-Olivier, Christiane. (1984).  Los Hijos de Yocasta: la huella de la madre. México: Fondo de Cultura económica.
- Lagarde, Marcela (2001) Claves feministas y nuevos horizontes. San José: DEI
- Martín Baró, Ignacio () Acción e ideología. El salvador: UCA
- Lamas, Marta. (1996) El género: la construcción cultural de la diferencia sexual.  México: PUEG
- Sófocles, Edipo Rey  Biblioteca Virtual Universal (pdf)


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