jueves, 27 de febrero de 2014

De la Cotidianidad Sin Palabras Adornadas

Un sueño que tuve anoche me hizo levantarme con una idea; escribir sobre lo que pasa una mujer cuando camina por la calle. Pensé en hacer un cuento narrando una pequeña historia, pero me parece mejor detallarla exactamente como la viví y así, de repente por esos locos y descabellados azares del destino, llega a más de algún oído sordo (o al menos eso me gusta pensar).
En mi casa tenía la idea de ser objetiva y no dejar que los sentimientos de enojo o frustración me invadieran. Este es el relato de mi travesía de la zona 5 a la zona 1:
Como es usual para mi, cuando me estoy dando una ducha pienso, casi sistemáticamente, en lo que me voy a poner. Aquí empieza todo. Pienso en ropa que no llame la atención y zapatos que me permitan movilizarme rápido y/o, en el peor de los casos, que me permitan correr en caso de un "incidente desfavorable". Me visto con caites, pantalón de lona, blusa blanca y chaleco rosado. Salgo de mi casa para tomar la camioneta en el bulevar. En la espera a que pasara la camioneta (aproximadamente 6 minutos) 4 automóviles me pasaron "haciendo luces" o bocinando. Llega el bus, me saco el pasaje y se lo doy al chofer. Cuando le doy el quetzal, éste trata de agarrarme la mano con la intención de ¿seducirme? Siento las miradas de los 4 ayudantes que iban con el viéndome las nalgas cuando me di la vuelta para tomar asiento. Empiezo a hacer uno de los beneficios de ir en transporte público; leer. Una señora se sienta a la par mía y se baja como a 5 cuadras más adelante. Se sienta junto a mi un joven. El no hizo absolutamente nada, sin embargo, la neurosis me impide continuar leyendo y decido mantenerme alerta. Llega mi parada y me bajo del bus no si recibir de nuevo las miradas de todos los ayudantes, más el "adiós mi amor" del chofer. Empiezo a caminar. Cruzo una calle, otra y otra más hasta que me agarra un semáforo en rojo y pasa un taxista diciéndome "que rica mami". La luz da verde y sigo caminando. Saludo a algunas personas que saludo todas las mañanas por pasar siempre en el mismo lugar (lo digo con mucho agrado). Pasa un camión de repartidores de agua y el ayudante me saca la lengua con una extrema connotación sexual y me hizo recordarme cómo la semana pasada unos de un camión de repartición de agua me gritaron "chimemos". Estoy a una cuadra de mi destino. Un grupo de amigos fuma un cigarrillo antes de entrar a su trabajo y como si yo no pudiera escuchar les dice a sus camaradas: "allí viene mi novia" y todos voltean a verme sin disimulo. Uno de ellos me dice "buenos días" con todas las intenciones que puedan pasar por mi imaginación, menos la de desearme un buen día. Finalmente llego a mi trabajo.
Este fue el trayecto. Hoy (des)afortunadamente que me decidí escribir mi travesía tuve varios de estos desafortunados encuentros y tuve material para escribir. Hay días en donde en realidad no pasa de un chiflido. 
Mi intención era con fines ¿experimentales? he allí el tratar de ser objetiva en prestar atención a los abusos cometidos por algunos hombres, pero no pude; el enojo, la impotencia y la frustración son inevitables en especial porque no soy sólo testiga de lo que me pasa a mi, sino que soy testiga de lo que le pasa a otras mujeres en frente mía. Todas llevamos un destino y por la mañana, para la mayoría, es para el trabajo o para estudiar y después del recorrido matutino debemos "procurar" que no nos afecte tanto para rendir bien en nuestras jornadas.
Como algo bueno sale de cualquier situación, aprendí a no tener prejuicios. Porque en la calle abusan de una hombres con tennis, pantalones rotos y playeras o bien, con corbata, zapatos y tacuche. 
Si algún lector pensara que esta nota es para alimentarme el ego, pues cumplí mi intención que detallé al principio; la nota llegó a oídos sordos (u ojos, para ser literales).



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