No es raro pensar que nuestrxs abuelxs pensaron mal de las generaciones venideras con todas las renovaciones y revoluciones que éstas trajeran. Prueba de ello, para no ir tan lejos, es la rebeldía que experimentamos nosotrxs mismxs con nuestrxs madres y padres en su momento.
No es raro -entonces- pensar con cierto desagrado de las generaciones que vienen. Por más que algunx trate de tener la mente abierta, hay cosas que no podemos obviar, como puede ser la transformación del lenguaje, sobre todo escrito, con el que se comunican muchas personas ahora.
Nos puede parecer desagradable; una abominación a la forma de comunicarse y una pérdida del sentido de la escritura, en fin, una amenaza a la belleza del simbolismo escrito. Y más allá de que yo comparta lo anterior ¿será que las nuevas generaciones desafían las formas de escritura como parte de su rebeldía? ¿Será su forma de decir "a la mierda las reglas"? De ser así, hay que admirar el proceso sistemático en que el lenguaje escrito se ha ido transformando con fines desafiantes.
Piense entonces que el mismo miedo que podemos tener en cuanto a la desfiguración del lenguaje escrito podría ser el mismo que tuvieron nuestrxs abuelxs unas generaciones atrás al pensar que si la mujer dejaba de usar falda, se perdería la esencia femenina.
No imagino el mundo sin las palabras tan bien empleadas al enamorarme de Sabines, la sexualidad escrita de Benedetti o la resistencia por medio de la palabra de Galeano, (me quemo un poco la boca) pero recordemos lo que dijo Gelman: "La palabra es una herramienta de lucha" y eso está muy bien escrito.
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