Esa niña tenía seis años. Era de Guatemala y no moriría de amor, pero el corazón le latía como si intentara salir de entre sus costillas. Era pánico, era terror. No lo sentía, lo era. Oraba para que la catástrofe no llegara, para que no se hiciera pobre, ni ella ni su familia; ni ahora, ni nunca. Porque de ser pobre, sería india.
La misma noche, otra niña a sus doce años oraba para evitar la catástrofe que temía. Ella también era terror y pánico, pues tampoco lo sentía, lo era. Él volvería con su mujer y ella no moriría de amor, pero sentía un deseo extraño y profundo, que se volvía culpa y temor. Entonces oraba para que no llegara la catástrofre, para que no se hiciera lesbiana por ese deseo, ni por ese beso. Porque de ser lesbiana, sería puta.
A la noche siguiente, otra niña de ocho años. Sin ramos de lirios, sin orlas de reseda, y sin jazmín, no moriría de amor, pero soñaría terribles pesadillas en las que su cuarto se llenaba de humo, un humo verde que, aunque le provocaba carcajadas, le hacía sentir naúsea y terror. Despertó y se castigó porque sabía lo que soñaba, sabía lo que deseaba. Como castigo se impuso la oración. Oraba para que ese humo alucinógeno no llegara nunca a su corazón, ni al de su hermana menor. Porque si un día fumara, sería ladrona.
De aquella niña ladina, no cambiarían nunca sus rasgos físicos, ni su identidad cultural. No llegaría a ser "india", ni usando un traje diferente, ni viviendo en otro lugar. Lo que sí cambiaría sería ese prejuicio que llegó de repente, quién sabe de dónde, de que la pobreza es una cuestión de "raza" o de "cultura".
Ni al tener sexo con su novio, ni al tener sexo con su novia, la otra niña, llegaría a ser "puta". Ni realizando las aventuras sexuales que fantaseaba, ni teniendo más sexo del que quería. Lo que sí llegaría a ser es una mujer transgresora, que aprendió a desoír el que dirán, a desoír a familia, amistades y ciencias.
Del mismo modo, ni fumando mota, ni probando tachas, ni viajando con drogas virtuales, se haría "ladrona" la tercera. A lo más que llegará es a subir el precio de sus pasteles y galletas (mágicas) según el lugar en que los venda, pero eso no es robar.
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