De niño, desde la terraza
los celos se me salieron en forma de escupitajo
cayeron agresivos sobre el novio de mi hermana.
De adolescente, bajo un árbol
me tragué la rebeldía con el humo de cigarro
no bastaba mascar chicle para quitar ansiedades.
De universitario, con esfuerzo
hice el humo palabra, agresiva, grosera,
salía contra el mundo y contra mí.
De adulto –casi –mesuro las palabras
agredo a menos gente, con más sentimiento
pongo el alma cuando a alguien le digo: ¡Jueputa!
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