El aire tiene sus peligros, pero también sus recompensas. El peligro es tal que si haces mal un movimiento, si haces mal un nudo en la tela, si no logras el equilibrio en el trapecio, si tus manos no resisten en el aro, podes caer y llegar a morir. Una aerealista consciente, se arriesgará desde luego, porque confía en su habilidad, en su capacidad para sostener su cuerpo de las partes que estén listas; sabe renoconocer su cuerpo y decidir si esta lista o no. Esa, la más grande recompensa diría yo, se confía a ella misma.
6 meses han pasado desde que la vida se me vino abajo. El concepto de propiedad privada me ha hecho malas jugadas, y la ausencia del capital económico me ha pegado duro. En los últimos 4, me dí cuenta que estaba lista para que ese mundo se me cayera encima, que era necesario para reconocerme (tal vez no en ese orden).
Presentar un número significó una búsqueda en dónde me encontré con mis miedos y dolores, mis enojos y mis rencores, mis tristezas y mis heridas. Encontré fuerza en mis brazos y mi abdomen, y, valentía para vencer los miedos, para soltar dolores, enojos y tristezas. Sobre todo, encontré magia dentro de mí, y no fue polvo de hadas, fui yo diciendo tanto; aprendiendo a reconocerme y amarme.
Mi maestra dice también "en el aire sos sólo vos", en efecto. Ese día, el día de mi primer presentación sentí tanta plenitud, ¡tanta libertad en una sola mujer!, quién diría que un día fue la niña llena de miedo y soledad.
Soy aerealista, el aire es un escape y una herramienta. Eso no significa que ya no sienta miedo, y que ya no sienta quebrarme, no. Ahora tengo la habilidad de retar la gravedad y decirle a la niña que también somos fuertes y valientes, y que nos resta una vida con muchas más cosas por decir, que mientras hayan telas, trapecios y aros, toda la vida vale.
Había una, tan buena.
Resulta, se llamaba como ella.-
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