Recientemente tuve oportunidad de ver una transcripción literal de un
acta de consejo directivo de la
Escuela de Ciencias Psicológicas. En ella –en la copia –el secretario del
consejo informaba a un grupo de estudiantes sobre las decisiones tomadas por el
consejo respecto a diversas solicitudes que ellos y ellas plantearon,
principalmente la resolución del consejo atendía la solicitud de dispensa a una
normativa que les impedía asignarse el curso “Módulo Integrativo Aplicado VII”
es decir, la Práctica
y los cursos electivos por área (correspondientes al noveno semestre). De dicho documento varios son los puntos que
merecen un análisis no sólo profundo, sino con diferentes miradas. Yo he elegido uno que, si bien no está
directamente relacionado con las problemáticas planteadas y lo está poco con
las soluciones esbozadas, me parece que puede ayudarnos ver y reflexionar sobre
la comprensión que tenemos de la psicología, de sus campos y del “nuevo” (a
estas alturas no sé si llamarle nuevo) diseño curricular.
El consejo directivo propone que la asignación de los cursos electivos
esté sujeta que estén pendientes más de dos cursos y que no corresponda(n) a los que serían “contenidos específicos
del área”. Así, para los electivos de
psicología industrial se considera requisito el curso Fundamentos de
Administración; para el área clínica el curso Sistemas de Psicoterapia; para la
educativa el curso Psicopedagogía; y para el área social Etnopsicología y
Psicología de Género.
Este es el punto que despertó en mí una reflexión que quiero
compartir. ¿La teoría de género
(quisiera decir el feminismo, pero me parece que actualmente el curso se
plantea desde la teoría de género y no desde el feminismo) es una teoría cuya
aplicación es exclusiva de la psicología social y escapa a los demás campos de
la psicología? ¡Por supuesto que no!
Bueno, tal parece que el supuesto del Consejo Directivo es que sí. Pero se le escapa al Consejo Directivo, y no
es un señalamiento a las personas, sino a la institución como tal, aclaro,
quiero proponer una reflexión a la
Escuela en todos los niveles.
Olvida –ojalá no se trata de desconocimiento –el Consejo que la teoría
de género ha sido una de las herramientas más útiles para la comprensión de fenómenos
tales como la violencia intrafamiliar, tantas veces atendida a nivel individual
y grupal desde la perspectiva de la psicología clínica, no digamos de la
violencia de género, igualmente atendida.
Olvida el Consejo –sigo suponiendo que es olvido –que la teoría de
género permite, por ejemplo, el diseño de protocolos de atención a víctimas de
extorsión (no hablo de violencia de género) por parte del ministerio público
con pertinencia cultural y de género, herramienta propia de la psicología
clínica. Escapa a los criterios del
Consejo al tomar esta decisión, que el ministerio de educación tiene una
dependencia que se dedica a promover la inclusión de género en todas las
actividades que promueve, desde los libros de texto, la educación integral en
sexualidad, las escuelas para padres y madres, etc. y que por tanto, la teoría
de género es un contenido específico requerido por el campo de la psicología
educativa. Se le escapa también que el
proceso educativo es el principal medio por el cual se construyen y legitiman
los patrones en que nos relacionamos hombres y mujeres, y por tanto dicho
proceso debe ser estudiado también con el enfoque de género (insisto, ojalá
fuera con la mirada feminista) a fin de lograr deconstruir los patrones de
opresión para mejorar la condición generada por el sistema patriarcal. Deja de ver el Consejo, o al menos al
pronunciarse así da la apariencia de no reconocer, que una psicología
industrial (quisiera decir psicología del trabajo, pero en la Escuela el campo se ha
desarrollado desde la perspectiva industrial) que olvide las inequidades de
género, o peor, que las fomente no podrá desarrollar el potencial humano para
lograr su plena realización.
Quiero decir, pues, que al estimar los contenidos de un curso como
Psicología de Género como requisitos exclusivos de la psicología social, el
Consejo y toda aquella persona que así los considere, demuestra lo poco que la
teoría de género ha logrado permear en nuestra comprensión de la psicología,
muestra cuán aislados vemos los campos de aplicación de esta ciencia y deja ver
también, cuánto nos falta para integrarnos, no sólo como ciencia, aún más en
esfuerzos interdiscplinarios y transdisciplinarios.
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