Después de encantar, de fascinar,
de desear, de excitar,
de sonreír y de abrazar
durante el día,
el anochecer no se hace más fácil.
¿Puede uno ser lo suficientemente romántico
para gustarle a la noche y que la noche me guste a mi,
con sus tantas sorpresas
y a pesar de la hermosura de las estrellas?
Tal vez si, pero tal vez no.
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