Era septiembre de 2005 cuando escribí estas líneas, que ahora, si se pudiera llamar así, serían un homenaje para El Bolo Flores. Es un trabajo de aquel último año en la U, seguro cuestionable y criticable, ¿cuál no? ¿el de quién no? Que sirva hoy para recordarlo como un autor de nuestra sociedad. Es decir, como alguien que, al escribir sobre nuestra sociedad nos permite vernos y entendernos, cuestionarnos y sentirnos como parte de esta sociedad.
Esta obra de Marco Antonio
Flores que nos cuenta algunos momentos cotidianos de las vidas extraordinarias
de “los compañeros”, estos tres amgios de su infancia, su compañera (la
que siempre será su compañera) y él mismo nos dejan leer su mente, la secuencia
de sus ideas, de sus pensamientos, de sus recuerdos. Es un viaje guiado por la asociación libre en
la que encontramos reflejados los sentimientos de el bolo: el personaje y el
autor.
Este viaje tiene recorridos
distintos según la historia que sigamos, sin embargo atraviesa lugares comunes
no sólo a los personajes, sino comunes también para nosotros. Y al final aquel
lugar común a todos y todas: la muerte.
Una muerte que se da de formas muy diferentes, a veces lenta, otras
veloz, a veces física, otras psicológica.
Por ello, trataré de mostrar, es posible asociar la canción de Charly
García de la página [entrada] anterior, por que siempre igual, los
que no pueden más, se van.
Veamos como
empieza este viaje: El sueño de un sol y de un mar y una vida
peligrosa, cambiando lo amargo por miel y la gris ciudad por rosa. Es decir
lleno de inquietud, de fantasías, de sueños, de anhelos, metas... para cada uno
se trata de diferentes cosas. El Patojo sueña con “estudios, hogar, familia,
vida social, reconocimiento, gloria... vida, porque yo siempre he
deseado vivir y que los demás vivan y vivan felices,”[2]
Para otros, como el Rata, para quienes tal vez se trata de algo muy sencillo:
una vida tranquila, con ciertas comodidades, tal vez ajeno a los demás. O para el Bolo, podría ser el sueño de la
soledad, la que disfrutó tanto en el encierro, en el castigo impuesto por la “estrábica”
maestra. Para Chucha Flaca, el sueño de
revolucionar la patria a través de la acción política y bélica si era
necesario. Los cuatro compañeros buscaban, a su manera, el sueño de cambiar las
cosas, de estar y de ser mejor.
Pero, Te hace bien tanto como hace
mal, te hace odiar tanto como querer y más... mucho más. La búsqueda de
ese sueño les llevó a vivir a cada uno un sin fin de experiencias que les
constituirían en ellos mismos. Para el
Patojo la formación que recibió en Cuba, la lucha armada, el combate directo de
las fuerzas militares del país fueron, al igual que las borracheras y demás
licencias de su adolescencia, los elementos con los que manifestó su amor y su
odio, su cólera, su fidelidad al callar durante la tortura, su idealismo, fue
allí donde tuvieron campo sus sentimientos y emociones. Para el Bolo, esa búsqueda de libertad e
independencia le llevó a vivir a Cuba, a París, Praga, Londres... le llevó a
vivir y negar el amor a Tatiana, a despedirse con cólera de la patria y de los
mismos compañeros (a quienes luego quiere retratar en este libro), la libertad
quizás no la encontró, pero cuánto vivió persiguiendo ese sueño, cuanto amor y
cuántas amantes, cuánto odio y cuántos odiados.
Para Chucha Flaca, la vida en el partido fue uno de
sus principales odios, pero antes debió ser uno de sus grandes amores; así
podemos explicar la cólera con que vive en el exilio, una cólera contra el
partido y al fin, contra sí mismo. El Rata,
quizás la cólera y el amor tengan menor intensidad en su historia, pero no por
ello pasarán desapercibidos, el aburrimiento y la cotidiandidad de su vida, el
trabajo y el matrimonio son los ambientes en que su vida transcurre con ese
ritmo lento que le exaspera... el ritmo lento que a veces quisiera acelerar
buscando una aventura, y la quiere, y la desea porque puede ser un objeto al
cual amar, al cual querer, que podría ser también un hijo pero que por rechazo
al dominio materno no desea (o no reconoce deseralo)[3].
Esas vidas transcurren en un devenir guiado por el
azar, crecen los compañeros, se hacen hombres, se alejan entre sí, se
distancian; se olvidan y se recuerdan; cambian de país, se exilian, regresan,
desean regresar, se acomodan; cambian de ideología, de profesión, de posición,
de postura; Pero en sí,
nada más cambiará, y un sensual abandono vendrá y el fin... cambiaron mucho de aquellos compañeros que integraron el
club, de los boys (bois), quedaron los recuerdos que luego serán el
lazo del pasado al que quieren volver o del que quieren huir, o el que simple y
sencillamente recuerdan y reviven. Pero
el Bolo sigue solo, no es libre, se ató a Tatiana al negar su amor, se ató a la
Guatemala de la Asunción que abandonó, se ató a su tíasolterona y a su hermana,
quedó unido a los compañeros a quienes escribe y de quienes no logra soltarse,
ni escribiendo; quizá el Bolo es el mejor ejemplo de los que cambian todo,
excepto su pasado y viven atados a él.
El Rata sigue bailando el son que le tocan, si bien su
mamá, si bien su esposa, el ritmo que toque aquella mujer (aquella persona) que
le garantice de algún modo que estará acompañado, que no está solo; aunque
quisiera tener muchas cosas no se atreve, no cambió; quizás él sea el mejor
ejemplo de los que no se atreven a cambiar nada. El Chucha Flaca pretendía cambiar una
sociedad, y una institución fue el principal obstáculo para conseguirlo, luego
no logra, ni trata, de cambiar esa institución que descubre “contaminada” de
nepotismo, de conveniencias, de aprovechados... prefiere huir y se convierte,
al desfalcar y desertar[4],
en uno más de esos a los que señaló; quizá el Chucha Flaca sea el ejemplo de
los que terminan siendo absorbidos por el sistema que rechazan, no sólo por el
sistema capitalista, también por el actuar del partido.
El Patojo, quizás el que tuvo más éxito en su intento
de cambiar las cosas, no cambió su historia, la asumió: “esta decisión era
la última que podría tomar yo solo, y la primera. Era la decisión más
importante de mi vida y la única tomada por mí, mi madre, mi padre, los curas,
lo profesores, los catedráticos de la universidad, los dirigentes del partido,
todos... habían decidido por mí.”[5]
Así que asumiendo su pasado encara al futuro con su decisión, sin traicionarse[6],
y pretende hacer un cambio en la sociedad, para construir en ella el sueño de
una vida mejor. Es difícil decir si lo
consiguió, es casi una cuestión de interpretación personal; el Patojo puede
representar el ideal que el Bolo (el autor) pretendía alcanzar, aquel compañero
por el que su admiración es mayor, por su determinación y por su entrega,
porque de alguna manera (según alguna interpretación) consiguió el cambio que
quería: el propio. Y el fin...
El final del camino que es el momento de la muerte: todo el
mar en primavera. Bang bang bang! hojas muertas que caen siempre igual, los que
no pueden más se van... como el Patojo que muere porque sabe que ya no
puede más, físicamente está agotado, destruido, deshecho, muerto. Y su muerte es inminente, ya no es evitable,
el Patojo desea morir...
Chucha Flaca: sigue bien
físicamente, sigue bien cómodo, sigue pero sigue vacío, sigue extrañando, sigue
tomando y al tomar recuerda lo que dejó, lo que quiso cambiar. Muere el Chucha Flaca “revolucionario” y se
convierte en el muñeco de una hipi (jipi) pequeñoburguesa. A la que
habría rechazado y a la que piensa abandonar[7],
ella representa su muerte, podría pensarse que es la forma que eligió de expiar
su culpa y terminar siendo absorbido por los sistemas que rechazó. Su muerte no
es deseada, no es explícita, su muerte es más lenta, es diaria, todavía aguanta; la
cuestión es por cuánto tiempo “con el cansancio, con la tarde, en la lluvia,
donde sea se pondrá a recordar estas historias[8]”.
El Rata: Su muerte fue decidida, su muerte es más
lenta... El Rata va muriendo poco a poco y desde antes que todos. Él ha
renunciado a sí mismo desde antes, ha dejado que su madre decida, que su mujer
decida. Renunció a vivir, decidió morir cuando vió (o creyó) que no podría
cambiar nada de su mundo, que ya no podría más... y se
acomodó a lo que su mundo le exige, vive físicamente pero su espíritu (su alma,
su psique, su sentido) ha muerto.
El Bolo: su alma y sus recuerdos siguen vivos, su
cuerpo también, su muerte sí ha sido deseada pero no ha sido decidida, sabe que
no puede escapar de esos recuerdos y aunque trata de abandonarlos, de dejarlos,
le persiguen, le duelen. El Bolo desea
morir, porque su pasado es muy duro con él, porque él es muy duro con su
pasado. Ya no
puede más... su historia es muy pesada, su presente es muy difícil,
ser siempre extranjero, ser siempre exiliado, incomprendido, amante que no ama
(ni es amado), Ya no puede más... porque
ha muerto ante los demás, porque desea perderse en el masa, pasar inadvertido,
porque ha renunciado a la posibilidad de encontrarse con el otro (no sólo con
su mamá y con Tatiana), y así ha renunciado también a encontrarse consigo
mismo.
<<Allí mismo se va a quedar
Chupando
Oyendo los bongós[9]>>
La,
ra, la, ra, ra ra ra...
[1] Flores, Marco Antonio. Los compañeros. Editorial Óscar de León
Palacios. Guatemala, 1992. 256 pp.
[2] Cf. p 197.
[3] Cf. p 154.
[4] Cf. p. 216
[5] P. 199
[6] Cf. p. 199
[7] Cf. p. 233
[8] Cf. p. 234
[9] Cf. p. 254
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